Vejez, Pandemia y Pensar Apocalíptico


Vejez, Pandemia y Pensar Apocalíptico

 

Expositores
Nomi Cohen
APA

Osvaldo Bodni
APA

Ana Terán de Corniglio
APA

Edmundo Saimovici
APA

Néstor Carlisky
APA

 

Expositores
Ana Terán de Corniglio
APA

Néstor Carlisky
APA

Nomi Cohen
APA

Edmundo Saimovici
APA

Osvaldo Bodni
APA

 

Propuesta Nro. 061 / Mesa en diálogo

miércoles 08 de noviembre / 15,00

14:00 NY / 13:00 PE, EC / 12:00 MX / 18:00 POR / 19:00 SP, IT

Sala 203/204 (Claraboyas) (2° piso) / Zoom y Presencial

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Presenta/n: Osvaldo Bodni (APA), Edmundo Saimovici (APA), Noemí Cohen (APA), Néstor Carlisky (APA).
Departamento de Adultos Mayores. Coordinador: Dr. Edmundo Saimovici. Secretaria: Lic. Ana María Terán. Miembros: Dra. Marta Elena Fatone de Velloso, Lic. María Cristina Griffa, Dr. Ricardo Alberto Kelmansky, Lic. Nora Susana Onofrio de Serrano, Lic. Liliana Ostrowiecki de Perelmany Lic. Liliana María Revuelta. / Asesor: Dr. Osvaldo Jacobo Bodni
Conduce/n: Osvaldo Bodni



Resumen

Freud atribuye a la transmisión intergeneracional un papel fundamental para la especie. Actualmente la clínica de los adultos mayores se relaciona con la extensión de las expectativas de vida. Se señalan pérdidas de roles familiares y sociales en personas con capacidades conservadas y la experiencia deja de ser un valor. También es notable el pensamiento apocalíptico, determinado por una creencia en la catástrofe de su cultura. Se cita a David Maldavsky y se reactiva una ponencia de Ostow acerca del Apocalipsis Nazi, surgido en la inmediata posguerra con la Pandemia de 1918.






Trabajo/Idea completa

Vejez, Pandemia y Pensar Apocalíptico.

Dr. Osvaldo Bodni

 

La paradoja de la experiencia

 

Entre los  siglos XIX y XX, la higiene y la medicina se desarrollaron extendiendo la duración de la vida humana y produciendo un novedoso envejecimiento demográfico. Pero, como correlato no feliz,  se produjo una paulatina caída en la valoración general de los adultos mayores, discutiendo su lugar en la vida laboral, en el discurso familiar y en las decisiones grupales. En el escenario laboral y social el flujo de cambio de la técnica ha acelerado su desarrollo creando al mismo tiempo  una obsolescencia rápida de los saberes.  Una paradoja laboral es que después de toda una vida de práctica, la experiencia de los mayores pierde valor en variados campos. La psicopatología describe  una devaluación del antiguo rol del narrador experimentado, con silencios por la crisis de escucha, con sentimientos de futilidad, depresión, soledad y pensamiento apocalíptico.

 

Para P. Legendre (1985): «el fondo mismo de la transmisión en la humanidad, puesto en evidencia por las culturas más diversamente estilizadas es el acto de transmitir......una transmisión no se funda en un contenido, sino ante todo en el acto de transmitir». (Pag.44)

Así como en las primeras etapas de la vida la erogeneidad está esencialmente vinculada a la receptividad y a la construcción del sujeto singular, posteriormente toma el comando la transmisión. Este impulso organiza la erogeneidad en función de investir una escucha, que será más tarde la sucesión del sujeto, y con este proyecto, dentro de la estructura de los ideales, se produce una escisión entre la autoconservación de la vida y la perduración, representada por la supervivencia del grupo. El ser humano mayor es un sujeto histórico para otro, más joven, ante quien juega su ingreso a un registro de perdurabilidad. La cultura que lo sucede distribuye los lugares y las insignias antes de despedirlo y asegurarle que no vivió en vano..

 

Con corta expectativa de vida los narradores eran monumentos vivos idealizados, pero actualmente la relación entre las generaciones tomó otras formas. La valoración del envejecimiento entró en crisis, aun cuando el empuje pulsional a la creatividad y el relato todavía fuera manifiesto. Y las consecuencias actuales son la futilidad y la soledad. La conciencia de la finitud primero fue resuelta con la magia y la religión. Pero cuando comenzaron a caer los dioses la ilusión quedó en tierra de nadie, y el eslabonamiento cultural adquirió su mayor valor. Como lo escribiera Freud, en una carta a la princesa Bonaparte: “…sólo puedo aspirar a ocupar un lugar en su amistoso recuerdo…esa es la única forma de inmortalidad que conozco”.

 

La amenaza de castración se expresa entonces como amenaza de olvido y de intrascendencia generacional, como imposibilidad de transmisión de los emblemas identificatorios.  En 1914 Freud desarrolló  la concepción de la existencia doble. (August Weismann.1892)  Una vida para si y otra para el grupo y su continuidad. La extensa memoria cultural de la especie humana no cabe en el código comportamental, e impone usar un lenguaje para pasar el plus, de los más viejos a los más jóvenes. Nacemos receptores, pero pronto adquirimos los recursos del proceso secundario, y así aprendemos, ensayamos, comentamos y narramos, La función reproductiva pulsa por educar e identificar a los miembros del grupo, y crea las condiciones para la evolución cultural acumulativa. Poco a poco los humanos nos convertimos en narradores, y en la vejez la narración nos permite integrar la memoria del grupo y sostener una ilusión de perduración en ella. Es una función que se incrementa cuando claudican otras destrezas.

 

Al tiempo que la medicina avanza en su desarrollo de las expectativas de vida, se produjo una caída en la valoración de los mayores, que se ha convertido en un tema de preocupación frecuente en la consulta individual y de familia (Bodni, 2013).  Ya no producen una mercancía ni venden un servicio. Lo único que pueden ofrecer es su experiencia, que adquiere el máximo valor de cambio porque a esa altura representa toda una vida. Pero al mismo tiempo, con la capacitación devaluada por la técnica, se produce un mínimo valor de oferta.

 

Destronado el valor de la experiencia, muchas personas fueron condenadas a crisis desidentificatorias tempranas cuando su empuje pulsional a la creatividad y el relato todavía podría ser eficaz. La psicopatología de la soledad y los fenómenos depresivos ocupa no poco lugar en los consultorios actuales, desborda los censos, y cuando el estado se ocupa del problema especula con las proyecciones de muerte para disminuir sus costos.
 

La transmisión frustra de los recuerdos familiares acentúa el peso de legados  exclusivamente económicos, y el adulto mayor se imagina objeto de deseos de muerte, reactivando  su propia trama edípica proyectada.  

 

A diferencia de la vivencia de fin de mundo la amenaza se presenta como profecía totalizante de la caída futura de un todo. Es la desaparición imaginaria de una cultura, es como el resquebrajamiento de un sistema social que ya no podrá replicarse en las generaciones. Sin salvación del caos, las hilachas del grupo se entregan a las decisiones de cualquier liderazgo psicótico.  (Maldavsky, 1991). Un síntoma compartido por un ataque del Superyó, en masas con un fuerte masoquismo moral,  proclives a dejarse guiar por “salvadores” que les permitirían transformar lo pasivo en activo. Un puente con la analidad daría un viso de justicia a un ordenamiento nuevo. El pensar apocalíptico había ingresado en las categorías clínicas a través de una ponencia de Mortimer Ostow, Congreso de IPA (1985) que se refería al “Apocalipsis Nazi”.

 

Maldavsky también investigó la obra de Richard Dawkins, titular de una cátedra de divulgación científica en Oxford, que había  propuesto que así como se transmiten los “genes”, la evolución cultural acumulativa podría explicarse como la transmisión de unidades culturales, que llamaba “memes” por homofonía. Sigiendo el modelo darwiniano, decía que al igual que los genes, los memes pueden perderse o ser exitosos sobrevivientes culturales.

 

Estos desarrollos inciden en la clínica, que se enriquece contando con una teoría del yo y de la transmisión cultural; con su función narrativa y con una fenomenología de su frustración.




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