Formación Permanente: Construcción de un caso
Propuesta N° 012
miércoles 03 de noviembre / 09,00 AM

08:00 NY / 07:00 PE, EC / 06:00 MX / 12:00 POR / 13:00 SP, IT

Zoom Finalizado

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Presenta/n: . Integrantes del Equipo de Formación Permanente de la APA: Mirta Goldstein (Coordinadora), Claudia Amburgo, Alicia García Penna, Valeria Corbella, Andrea Ikonicoff, Juan Pinetta, Willy Perinot y Adriana Pérez Alarcón.
Conducción: Mirta Goldstein
Coordinación: Juan Pinetta



Resumen

Con el objetivo de rever lo que hemos venimdo desarrollando todo el año como Movimiento barangereano, propulsor del Psicoanálisis Contemporáneo, hemos elegido realizar un ejercicio conjetural a partir de fragmentos un caso clínico ya publicado.
Equipo de Formación Permanente: Mirta Goldstein (coordinadora), Claudia Amburgo, Alicia García Penna, Valeria Corbella, Andrea Ikonicoff, Juan Pinetta, Willy Perinot y Adriana Pérez Alarcón.






Ampliación/Descripción

Paciente 44 años, un hijo pequeño / Fragmentos.
(caso publicado)

 

Luego de 11 años de análisis y un diagnóstico de “inanalizable” consulta por no sentirse “verdaderamente” viva y encontrar que la gente le resultaba incomprensible.

A los 9 años fue violada por un hermano mayor aunque hoy entendía que sus problemas se ubicaban en su interior. Abiertamente expuso que no le gustaba nada de su analista a quien consultó, en cambio a su analista le resultaba simpática, franca y la consideraba como un caso desafiante.

El primer año “fue fácil” para ambas, dice la analista. Para la Paciente, porque todo la exasperaba, las interpretaciones, el tono de voz, la vestimenta, las flores del consultorio de la analista.

Paciente: “Estoy harta de Ud. y de sus cabellos rubios”.

Siempre criticaba las interpretaciones y la falta de tacto, declarándola incompetente para comprenderla.

Un día le dijo que la vivía como una madre decepcionante, que no quería o no podía ayudar a su hija a comprender la vida. La Paciente  respondió que la veía como el mono de felpa de los experimentos de Harlow, haciendo referencia a las experiencias de chimpancés criados por madre ficticia, (se destacaban por la imposibilidad de establecer relaciones con otros monos).

La acusó de un ridículo optimismo para comprender sus problemas. Otro día hizo referencia a los experimentos de Lorenz donde patitos que habían perdido a su madre, seguían un zapato viejo.

Cuando la analista le dijo que ella esperaba que se conviertiera en una madre verdadera, la Paciente respondió: “Yo nunca esperé nada de nadie, pero Ud. es peor que nada…” y mirando una flores, se marchó del consultorio diciendo “los que aman a las flores debieran ser floristas y no psicoanalistas”.

En otra sesión llegó a decirle “no puede imaginar hasta qué punto la envidio, hasta qué punto quiero desgarrarla y hacerla sufrir”.

La paciente sin dejar de fatigar a su analista, la hizo cuestionar a esta acerca de la eficacia de la técnica clásica para una paciente sin insight y sin voluntad de analizarse. No obstante, esta seguía con ganas de descubrir el verdadero objeto de su rabia y frustración; la paciente seguía sintiendo mal.

La analista escribe que, luego de pensar en las cuestiones abrumadoras que ese análisis provocaba en ella (en la analista), “decidí hablarle de una eventual terminación de su análisis.”

Sorpresivamente la Paciente concurrió a la sesión siguiente diciendo: “No recuerdo de lo dicho ayer pero sé que fue una buena sesión, baje las escaleras canturreando “Auprés de ma blonde qu’il fait bon,fait bon…dormir…”.

La analista piensa en las cosas que se reunieron en su mente y decidió decirle que tenía el recuerdo claro de su cólera y descontento en esa sesión y agregó: “¿Tal vez esperaba que yo me sintiera triste en su lugar para poder irse contenta?”.

Sorprendida, la Paciente le dijo que sí, que no sabía por qué pero le gustaría “verla llorar”.

Analista: “Sería su llanto el que yo debiera verter?”.

No siguió una actitud de provocación habitual pero persistió en ella un sentimiento de infelicidad. Sorpresivamente descubrió que La Paciente rara vez expresaba sentimientos depresivos y su discurso de descontento estaba desprovisto de afecto. Esa noche tuvo un sueño:

“En una carretilla me llevaban a un puesto de policía. Un gran cartel anuncia que la Sra. Luna es buscada por asesinato. Me empujan por un corredor largo, vasto como un hospital. Estoy, pequeña, en una cama grande con barrotes. Mientras me voy, arrojo furiosamente trozos de algodón hidrófilo al suelo”.

La Paciente asocia la Sra. Luna con la analista que se supone “aclara lo que es tenebroso” y dice que el nombre del sueño es un anagrama del nombre de su madre. Los trozos de algodón recuerda que de niña, la gente decía que ella no lloraba nunca cuando su madre se ausentaba con frecuencia, dejándola largas horas con pelotas de algodón hidrófilo que ella chupaba frenéticamente hasta el regreso de su madre. Agrega: “¿Dónde estaba ella? Yo no tenía madre”.

Por primera vez, en este análisis, La Paciente  “niñita que nunca lloraba”, estalló en sollozos: habría de llorar durante todos los meses siguientes.