Burnout: ¿un síntoma social? La pulsión de muerte exige poder y desubjetivacion
Propuesta N° 023
sábado 06 de noviembre / 19,00 PM

18:00 NY / 17:00 PE, EC / 16:00 MX / 22:00 POR / 23:00 SP, IT

Zoom Finalizado

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Presenta/n: Maria Elena Moreno (APA).



Resumen

Me interrogo sobre la desubjetivacion producida por un sistema capitalista que compele a “consumir” para ser: Ser Humano. Pensando el Burnout (el estar quemado) como síntoma social y poniéndolo en relación a otros riesgos de destrucción como el cambio climático, en un contexto de sufrimiento arrasante del Covid 19.






Ampliación/Descripción

Desde el contexto actual de Pandemia, recortamos otra epidemia que coexiste junto a lo alarmante del cambio climático: el Burnout, como fenómeno visible y expresión de una destructividad disfrazada con un traje que brilla y atrae.

El Burnout es un síndrome que nos confronta con la tarea de resituarlo dentro de un orden  socio-político-cultural, que implica diferentes discursividades.

Si lo analizamos como síntoma social, es importante partir del concepto de discurso mítico de Lévi-Strauss donde la verdad solo puede ser pensada como una construcción colectiva, efecto del consenso  y del devenir. Y es Deleuze que analiza la cultura y dice “el occidente convierte en acto los temores que todas las formaciones sociales tuvieron: quedarse sin códigos, de ahí su aparente exceso” y continua diciendo que el capitalismo se ha constituido sobre el quiebre de todos los códigos y se ve claramente que lo que está en la base del mismo es una conjunción de flujos desterritorializados y decodificados. El exceso de consumo, desde la conceptualización de Jean Baudrillad…” ha devenido la moral de nuestro mundo y él está en tren de destruir las bases del ser “ser humano”. Antes la sociedad de la edad media se equilibraba sobre el Dios y el Diablo, ahora nuestro equilibrio esta sobre el consumo y la denuncia. Hay una negación de la otredad y se instituye como forma constitutiva de la ética moderna.

La sociedad busca lideres que sean “padres de la horda”, Nos preguntamos si es una  sustitución sintomática de la perdida de las tradiciones y que Freud llamaba malestar en la cultura; definiéndola en 1930 como “aquello que comprende todas las normas necesarias para regular los vínculos recíprocos entre los hombres y en particular en la distribución de los bienes asequibles”. Es frente a este escenario que todo se vuelve arbitrario; se pulveriza el amor, la familia y hasta los bienes, es a lo que Bauman llama “la sociedad liquida” donde toda la tradición se vuelve obsoleta, aunque sabemos que no es lo mismo dejar caer lo obsoleto que los reparos identificatorios.  Cuando se atenta contra esto bajo la apariencia de una completud  absoluta, la tradición pasa a ser anquilosante pero sabemos que se está atentando como en el síndrome de Estocolmo contra el sentimiento de estima de si, pilar del yo que deviene precario al perderse el anclaje cultural.

Es esta cultura la que no solamente narcotiza sino que necrologiza el placer estacionándonos, al decir de Marta Gerez Ambertin, bajo la apariencia de una elección de vida en el masoquismo estructural, propio de la construcción del psiquismo, Cultura hipnotizada, como hace el líder con las masas por la pulsión de muerte, ella exige poder y desubjetivacion porque no nos permite ligar ni pasar al plano simbólico.

Hay un ardid de la nuliubicuidad del deseo y de la ley, hay que maquinizarse al costo de someterse al comando insensato del superyó, que exige el pago de una obediencia incondicional al Otro que se torna cada vez más ¡voraz! Y logra ligar la prohibición con la satisfacción pulsional haciendo del mandato superyoico (que prohíbe gozar) el goce mismo (M.G.A “Imperativos del superyó” Pag.97).

Nos preguntamos entonces como en este “más allá de la cultura” se torna presente “el arsenal nuclear del superyó” (MGA)  poniendo en tensión al yo ideal con el ideal del yo, manifiesto en las identificaciones primarias y secundarias 

Si esto es así como psicoanalistas es ahí, en ese punto, donde podríamos encontrarnos con el deseo y “negociar” con los ataques o estragos superyoicos, de una cultura donde los pasajes al acto son premiados-

 Deberemos entonces trabajar desde lo individual en lo trófico del narcisismo y desde “El discurso actual y la ética narcínica”  al decir del Colette Soler.

La autora acuña un nuevo término: narcinismo como característica propia de la época actual y del discurso contemporáneo, definiendo al sujeto en la actualidad como un sujeto narcínico. Este neologismo es rico en significaciones por su novedad en relación al resto de los significantes de la lengua. El narcinismo no resulta de la simple suma del narcicismo de los ideales y del cinismo clásico, es más bien, un discurso donde se confunde el lugar de mando con el de producción, al originarse un cortocircuito entre ambos. Confusión que lleva a que los objetos manden más que aquellos por quienes se producen, es decir, este discurso hace síntomas.

 El Burnout, “el estar quemado” declarado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) epidemia mundial, nos muestra que la cultura exige producir por sobre el sujeto y desmiente catástrofes como el cambio climático y el covid 19,  manifestaciones donde emerge la angustia frente a un acontecimiento de lo real.

Vemos como este desbordamiento de lo real sobre lo imaginario, sin mediación simbólica produce una destitución subjetiva, destitución del yo que sabemos es la sede de la angustia, porque se experimenta en el yo solo y a condición de que se fragmenten los marcos que lo sostienen.

Es así que el discurso contemporáneo es angustiante dado que en su empuje por eliminar diferencias lo que promueve es la segregación de lo diferente, no dándole ningún lugar en el nuevo orden, salvo identificarse con lo excluido, empujando al sujeto a la homogenización de su goce, es decir, a la globalización producto del mercado que supone imponer a todos los mismos modos de satisfacción. Y es ahí, en este caldo de cultivo, donde la pérdida de ideales comunes, son sostenidos con la particularidad de cada sujeto, donde se sustituye  por la sintomatología característica del Burnout.

Planteando una soledad que falsea la soledad estructural, que es la que empuja al sujeto a la creación de vínculos con el otro y a salir de la mítica completud narcisista sostenida por los objetos del mercado.

 Es en la clínica donde encontramos una multiplicación de los síntomas, que parecen tener todas las dimensiones del acting out, de una puesta en escena que privilegia la imagen a la vía de la palabra. Y siendo que somos sujeto del lenguaje es entonces que este andamiaje perverso arrasa con el sujeto y con el Otro.

Consideramos al Burnout, como el extremo sintomático de una época que alimenta y actualiza la promesa de felicidad por lo “adquirido”, sobre lo que se apoya la mayor parte de las políticas actuales.

Rastrearemos además, las causas singulares a las que apela el psicoanálisis poniendo en juego la “extensión” de este, no solo como difusión “… sino como una cuerda que se extiende hasta su límite de lo posible de tratar”: generar cambios e intercambios.  

El Burnout muestra la paradoja de la gratitud, le otorga un “lugar” que genera un sentimiento de agradecimiento aun “a costa de una libra de carne”.

Así como la neurosis es el reverso de la perversión, el Burnout posee una doble cara y/o su reverso, planteado este, como el lado oscuro que es sostenido desde un ideal del yo cultural que se complementa, desde lo singular, con el yo ideal intra-psiquico. Podríamos decir que esta situación puede resumirse en una formula “… el objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo…”,

Cultura  - Goce - Sintomas Actuales

Ambertin, M.G (1993): Las voces del súper yo. Buenos Aires. Editorial Manantial.

Soler, C (2000-2001): Declinaciones de la angustia. Curso Colegio Clínico de París. 

Freud, S. (1927-1930): El porvenir de una ilusión. El malestar en la cultura. (2º Ed., 2ª reimpresión). Buenos Aires. Amorrortu Editores.