El aparato psíquico procura alterar el mundo externo para obtener satisfacción a las demandas de lo pulsional y así cancelar la tensión de necesidad en su fuente corporal.
Este funcionamiento constituye memorias que en cada sujeto componen un acervo singular de recuerdos y experiencias que quedan ligados con representaciones palabra o vivenciados en lo entrañable de lo afectivo.
Sabemos a su vez, que el afecto es un proceso de descarga somático cuya intensidad es inversamente proporcional a la eficacia de la satisfacción alcanzada para la necesidad.
Sabemos también que la pulsión cuenta con un componente eidético, la “agencia representante/ representación”, que proviene del conjunto de huellas mnémicas. La importancia de la representación consiste en su cualidad de elemento rector para orientar al psiquismo en su procura de satisfacción o descarga.
En la personalidad del artista, una de las características más remarcables es la profusión de imágenes en su mundo representacional.
El proceso creativo constituye una modalidad sublimatoria que procura un alivio de la demanda pulsional por una vía indirecta, con sucesivas transferencias en lo endopsíquico hacia nuevas representaciones transaccionales sustitutivas.
El propósito de esta concatenación es promover un avance en la cadena asociativa cumpliendo con la condición de conservar cierto grado de “desfiguración” para sortear el escollo represivo.
Cada sujeto satisface o no las exigencias de su pulsionalidad según circunstancias vinculadas comúnmente con su estructura caracterológica. Es notable que ciertas personas tienden a producir cortocircuitos impulsivos en tanto que otras evidencian marcadas inhibiciones.
Podría describirse que la insatisfacción, salvo que sea claramente impuesta por la realidad externa, en general podría atribuirse a interferencias ligadas a razones éticas o estéticas, propias del funcionamiento superyoico.
Freud planteó que la frustración produce infelicidad, pero no necesariamente enfermedad. La patología es testimonio de un fracaso para derivar estas demandas en una aceptable proporción de sublimación y descarga vicariante.
En el creador literario y el fantaseo, Freud, (1908e) compara la creación artística con la ensoñación diurna o el juego infantil. Señala, además, que quienes son dichosos, no fantasean, ya que las fuerzas impulsoras de las fantasías son los deseos insatisfechos.
Agrega además que estos deseos varían según sexo, carácter y circunstancias, pero fácilmente pueden agruparse en dos grandes grupos. Se trata de deseos eróticos o de exaltación de la personalidad.
Posteriormente, en El interés por el Psicoanálisis (1913j) reafirma que las fuerzas impulsoras del arte son los mismos conflictos que “empujan a la neurosis a otros individuos y han movido a la sociedad a edificar sus instituciones”. En general, el artista procura una auto liberación que por identificación alivia también a su público.
La obra de arte desfigura aspectos chocantes, disimula lo personal de los contenidos y con miramiento estético favorece cierta liberación pulsional, alivia el displacer por su estasis y compensa deseos humanos.
De este modo (Id.) “el arte constituye el reino intermedio entre la realidad que deniega los deseos y el mundo de fantasía que los cumple, un ámbito en el cual, por así decir, han permanecido en vigor los afanes de omnipotencia de la humanidad primitiva”.
En función de estos conceptos, y en cuanto a la personalidad del artista, es posible comprender que un impasse que afecte su posibilidad creadora ocasionará un significativo malestar, que podría expresarse de diversas maneras que no pretendemos enumerar, pero entre los cuales destacaremos la enfermedad somática.
En este caso podemos describir que la descarga pulsional se encontraría interferida por efecto de la represión. El fallo intrínseco en este proceso radica en el hecho que, si bien puede desalojar de la conciencia la representación penosa, por otra parte, fracasa en su propósito de evitar una manifestación somática, el montante de afecto.
Chiozza explica que se produce una descarga vicariante del afecto por medio de la sobrecarga en alguno de los componentes somáticos de la clave de inervación, manifestándose a la consciencia como un trastorno somático, que el sujeto considera como despojado de sentido.
Ejemplificaremos este modo de manifestación presentando, a modo de viñeta, una síntesis del film “The wife”, protagonizado por Glenn Close y Jonathan Pryce, dirigida por Björn Runge sobre la novela de Meg Wolitzer.
La presentación de este material, al modo de un disparador para favorecer el intercambio entre los integrantes de la mesa y a los asistentes, procura brindar representación a la singularidad de la presentación cardiaca de la patología del protagonista, así como se propone discurrir acerca de las consecuencias del bloqueo en el proceso creativo.