Una investigación al borde de la muerte. Un modo de transitar la vida bajo el imperio de Thanatos. El drama de la adicción
Propuesta N° 056
martes 09 de noviembre / 17,00 PM

16:00 NY / 15:00 PE, EC / 14:00 MX / 20:00 POR / 21:00 SP, IT

Zoom Finalizado

Compartir Compartir




Presenta/n: Alberto Stisman (APA).
Conducción: Rafael Marucco



Resumen

Este trabajo es producto de una experiencia clínica con un paciente adicto. Lo dramático de su situación se hizo claramente visible desde la primera entrevista. Planteaba dos mundos, uno para consumir sustancias, aunque su cuerpo estuviera dañado; el otro, su trabajo, para solventar la droga. Por la entrevista previa con sus padres supe que tenía indicado un trasplante cardíaco. Observé en sus piernas dos extensas cicatrices, secuelas de las intervenciones quirúrgicas que le hicieron como consecuencias de las lesiones originadas por las drogas. Seis meses antes, estando solo en el exterior del país, tuvo otro episodio más de sobredosis, sus intensos dolores en las piernas, lo pusieron ante un dilema extremo, o se arrastraba hacía los opiáceos y así terminar con su vida, o llamar a emergencia, lo que finalmente hizo. Es un joven que, transitando su adolescencia, comenzó tempranamente con su adicción. A medida que transcurrieron algunos años y realizando sus estudios en el exterior, fue incrementando el consumo con drogas “más pesadas” hasta llegar a los opiáceos Se sentía “manipulado” interiormente a seguir consumiendo, sin importarle el detrimento de su cuerpo. Aparecer “matado”.






Ampliación/Descripción

“La primera vez que fui al Paraíso
de los comedores de opio,
conocí allí a la droga celestial.

Esta era la panacea de todos los males humanos;
aquí estaba, descubierto de un golpe,
el secreto de la felicidad sobre el que
disputaron los filósofos a través de las edades;
la felicidad podía comprarse por un penique
y llevarse en el bolsillo del chaleco.

Sólo tú haces estos regalos al hombre
y posees las llaves del Paraíso,
oh justo, sutil y poderoso opio!”.

Thomás de Quincey (1821)

 

Este trabajo es producto de una experiencia clínica con un paciente adicto, al que llamaré Sebastián. 

Lo dramático de su situación se hizo claramente visible desde la primera entrevista. Planteaba dos mundos, uno para consumir sustancias, aunque su cuerpo estuviera dañado; y otro, su trabajo para solventar la droga. Sabía, por la entrevista previa que tuve con sus padres, que tenía indicado un trasplante cardíaco. Veía en sus piernas dos extensas cicatrices, secuelas de las intervenciones quirúrgicas que le hicieron como consecuencias de las lesiones originadas por las drogas.

Seis meses antes, estando solo en el exterior del país, tuvo otro episodio de sobredosis, sus intensos dolores en las piernas, lo pusieron ante un dilema extremo, o se arrastraba hacía los opiáceos y así terminar con su vida, o llamar a emergencia, lo que finalmente hizo.

Es un joven que, transitando su adolescencia, comenzó tempranamente con su adicción.  A medida que transcurrieron algunos años, mientras estudiaba en el exterior, fue incrementando el consumo con drogas “más pesadas” hasta llegar a los opiáceos Se sentía “manipulado” interiormente a seguir consumiendo, sin importarle el detrimento de su cuerpo. Aparecer “matado”.

Freud, en su carta a Fliess el 22 de diciembre de 1897 decía: “Se me ha abierto la intelección de que la masturbación es el único gran hábito que cabe designar «adicción primordial», y las otras adicciones sólo cobran vida como sustitutos y relevos de aquella (el alcoholismo, morfinismo, tabaquismo, etc.)”

A través de las sesiones con Sebastián, fueron evidenciándose los pensamientos que aparecieron prematuramente en su infancia que lograba mitigarlos cerrando sus ojos. “Sentimiento raro, ser un animal, me sentía incómodo en el cuerpo, manos, pies, ser primate, muy bizarro. No es que odio como me veo. No me gusta el cuerpo humano”. Luego, esos pensamientos se hicieron continuos y ese recurso no le resultó útil. Fue cuando apeló a las sustancias. “Mi gran ilusión, mi fantasía, ser un pensamiento, no ser físico.” A la par de sentir rechazo a su cuerpo, prefiere ser un espíritu y observa el cuerpo de los otros, en forma fragmentada.

Paralelamente su funcionamiento psíquico mostraba una clara escisión, su discurso era sorprendentemente “normal”, con capacidad de estudio y de trabajo.

¿Nivel psicótico encubierto por las drogas y también posiblemente favorecido por el uso de las mismas con una fuerte muralla defensiva, sustentada en la escisión?

 ¿Cómo entender esta persistencia de apelar a las sustancias como solución, cuando a la vez son las que lo conducen a la muerte? ¿Cómo se ha gestado está prevalencia de Thanatos como trasfondo subyacente? ¿Es sólo algo constitucional o situaciones traumáticas infantiles se han sumado para generar esta compulsión repetitiva? ¿Cuánto ha sido ignorado por sus padres ese padecimiento infantil? ¿Cuánto se desmintió la importancia de su ennuresis hasta la pubertad ,? ¿Cuánto se negó el nivel de exigencia y expectativas desmedidas, cuánto se desatendió lo que implicó en plena adolescencia, que para cursar su formación terciaria, tuviera que trasladarse al exterior?

Se agregó un manifiesto sentimiento de culpa por no haber suministrado las sustancias a un amigo, quien recurrió a otro adicto que sí le proporcionó la droga, que lo condujo a la muerte. “Quiero extirpar pensamientos que sólo traen tristeza, depresión… ser un ciego mental”. “Con sustancias se apaga, desaparece, especialmente con opiáceos …”.

El aporte pulsional del analista encuentra una fuerte actitud resistencial, qué desmantela una y otra vez la fuerza de Eros. Sólo concebía “ser con las sustancias” para no ser, que así respondía a las expectativas de un ideal del yo inalcanzable. “Nunca sentí estar viviendo mi propia vida”. “Nunca me gustaron los recuerdos, … yo viviría cada segundo sin haberme acordado de lo que hice”.

“Mis padres en su cabeza, pensaron que hicieron todo impecable,  … el éxito es su guía …yo siempre sentí la presión…”.

Freud en 1920, en “Más allá del principio del placer”, desarrolla su concepción acerca de Eros y la pulsión de muerte, de la discordia entre ambos, y del entrelazamiento pulsional.  Discordia, que etimológicamente significa:  dis, disentir, cord, cordis que alude al corazón, ia, a la existencia.

Discordia entre el paciente y sus progenitores que derivaron en la sobredosis, y en su notoria insuficiencia cardíaca que lo dejaron ante la proximidad del trasplante.

Tiene limitadas posibilidades de expresar su agresividad. Siempre se manejó solo, tratando de no mostrar lo que sentía. Derivó en romper paredes pegándoles con el puño y dañándose su mano. Si su adicción fue un modo de que sus padres lo “escuchen”, fue a través de la autoagresión.

Si bien con sustancias de menor alcance, tales como benzodiacepinas, Sebastián ha relapsado en varias oportunidades. Cuando concurría a su trabajo, hacía el esfuerzo para mantenerse abstinente. Aunque generaba dudas acerca de la veracidad de su relato, estuvo sobrio aproximadamente 100 días.

Consecuentes con Green, podemos considerar que Sebastián, defensivamente, desobjetalizó a sus objetos primarios y regresó a su autoerotismo, al tiempo preverbal de su desarrollo psíquico, al cuerpo fragmentado que refiere en sus percepciones visuales. No ha encontrado objetos que pudieran conformar una estructura encuadradora. Esto quedó evidenciado por el limitado espacio psicofísico que sus padres le ofrecieron cuando retornó al país.

Citando a Winnicott, Green dice: “…la ausencia de madre, equivale a la muerte”. “Para estos niños, la única cosa real es el agujero (a gap), la muerte, la ausencia … o la amnesia”. (Green, A. 1995). Sebastián dice tener, refiriéndose manifiestamente a la memoria, “tengo varios agujeros, de los últimos 3 años”.

Pareciera que la sustancias cubren todos los agujeros narcisistas. Se constituyen así en objetos idealizados, capaces de evitar toda posibilidad de sufrimiento psíquico. Objeto de placer, objeto de deseo, que pasa a ser objeto de necesidad y de alivio de tensiones insoportables. “Efecto de sustancias, me daban estar fuera de mi”.” Los psicodélicos me ayudaban a desaparecer un poco”. 

La afectación psíquica remite a momentos primordiales en los que la palabra no era todavía un recurso expresivo. Etimológicamente adicción significa sin dicción, sin palabra. . A la vez addictus significa adjudicado o heredado. Los addictus eran los esclavos que luego de la guerra eran otorgados a los soldados que habían tenido un buen desempeño en la lucha. De modo tal, que también la etimología nos conduce a encontrar la esclavitud, como un aspecto significativo presente en toda relación adictiva. 

Así, la dualidad pulsional vida-muerte, se hizo evidente en la secuencia de consumo- rehabilitación- relapse, con una limitada capacidad de libidinizar otros objetos. Lo que pudo quedar resguardado, mientras se mantuvo su análisis fue su estado cardíaco, dado que se fue descartando la necesidad del trasplante. La presencia del analista, como constancia objetal, conjuntamente con el trabajo analítico, parecen haber contribuido a esa significativa mejoría.  

Escribía en inglés las letras de canciones alusivas  a la muerte, al suicidio, a la melancolía, todo lo que disgustaba a su padre. 

Fue necesaria su internación, dado que era imposible para sus padres mantener el control que requería.

Relapsar es una clara expresión de la compulsión de repetición y un intento de volver a un estado anterior,  “La meta de toda vida es la muerte; y retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. “. Se trata del principio de Nirvana, de la pulsión de muerte, de destrucción, que requiere ser dirigida hacia afuera. (Freud, 1920).

La pulsión puede también manifestarse a través de el propósito de apoderamiento del objeto, como es en la actitud de Sebastián, que buscaba más que nada la conquista de los otros, y particularmente con las mujeres, seduciéndolas, sin ningún interés en mantener relaciones sexuales. 

Contratransferencialmente es habitual, registrar sentimientos de frustración y de impotencia ante la “expectativa” del analista “deseante” del desprendimiento del objeto de la adicción. La “resistencia” narcisista se evidencia claramente en la dificultad de duelar, dado que el objeto anhelado se mantiene “siempre vivo”, a pesar de los intentos de “declararlo perdido, muerto”.

Es necesario sobreponerse a los sentimientos contratransferenciales tendientes a abandonar el propósito analítico, lo que implica una adecuada elaboración de las propias heridas narcisistas.

El riesgo contratransferencial es contraidentificarse con la presión ambiental o los ideales familiares y tratar de apresurar el proceso.

 

Bibliografía

Freud, S.: (1920): Más allá del principio del placer, AE, T XXIII, 1979

Green,A.: (1995): La metapsicología revisitada. Eudeba, Buenos Aires, 1996

Stisman, A.: (2005): Contratransferencia, subjetividad y deseo del analista. Los vínculos adictivos. XXXIII Congreso Interno y XLIII Symposium APA. 2005