PCoord.: Silvia Leguizamón
Liliana Revuelta, Alejandro Trapani,
María Luz Gonzáles, Nila Parente, Romina Rossi.
En el presente escrito reflejamos el trabajo desarrollado en los últimos dos cuatrimestres de nuestros seminarios del 2021, “Pensar la clínica Actual desde Lo Siniestro. Una revisión bibliográfica con motivo de la pandemia”.
Comenzaremos con el juego del “fort da” que nos describe Freud en “Más allá del principio del placer” (1920). El mismo se compone de dos tiempos ligados por la elaboración del trauma a través del juego. El juego mismo incluye el fort, el alejarse, el sentirse abandonado por el objeto, seguido del da, el regreso, un segundo momento que permite la elaboración de la situación traumática del abandono. Pero para eso se requiere de una relación sujeto-objeto, un intersubjetivo, un vínculo que deje las marcas de la satisfacción por el encuentro, que se transforme en proceso elaborativo en la repetición de una relación de confianza, en la cual el abandono, el desamparo y la soledad, se reparen a través del segundo momento de reencuentro, la posibilidad de crear una ligadura simbolizante en la vuelta del objeto que protege del desamparo original. Pero que también no protege, dejando el resto de una ausencia, de una herida narcisista como testimonio de un desamparo inicial revivido en la presencia inconstante del objeto protector, vivido como abandono, abandono que inevitablemente retornará como lo siniestro.
Si luego pensamos en Winnicott que nos habla del juego y nos dice: “Al jugar, (el niño) manipula fenómenos exteriores al servicio de los sueños, e inviste a algunos de ellos de significación y sentimientos oníricos” (p. 97). El juego en su función elaborativa presenta los dos movimientos que nos propone Freud, el Fort y el Da, que entran en el campo de lo transicional, según Winnicott. Ese espacio de confianza con la madre que le permite descubrir la realidad a través de la ilusión-desilusión, un reflejo de su mirada que reasegura y protege, salvando y soldando los momentos de desilusión y frustración en tolerables, bajo la mirada protectiva de un objeto suficientemente bueno que anida, escucha y protege al niño. Un pasaje de los objetos objetivos a los subjetivos, pero con un residuo en lo transicional, de ese yo no-yo que heredará la cultura, que marcará la aceptación de alianzas inconscientes previas y futuras, que determinará pertenencias, y que se constituirá en ligadura directa a través de la sublimación y será la vía regia a lo arcaico. Ello le permite al sujeto desplegar una investidura narcisista estructurante, que signifique afectivamente el espacio externo como apropiación, filiación y afiliación, el ingreso a la familia, la comunidad y la cultura en que vive, como reflejo del espacio transicional que contiene aún pedazos de las relaciones primitivas. Entre la apropiación y la alienación se juega el destino del individuo, desde las identificaciones posibles y desde la conformación de su narcisismo.
Tomamos luego a un autor más reciente, Massimo Recalcati, que nos habla de las fallas en los procesos precedentes. Describe una pulsión neoliberal característica de la clínica del vacío, y de una pulsión seguritaria propia de las nuevas formas de melancolías, como forma de retiro libidinal con tendencia al encierro. Y nos dice que en el tiempo hipermoderno la dialéctica entre el Fort y el Da no se dan, transformando el juego elaborativo en un simple fort absoluto y un da absoluto. Ello implica la imposibilidad de un duelo, ya que la ausencia del objeto se cubre con un exceso de objeto inanimados, que no simbolizan, pura acumulación consumista sin sentido, propia de la pulsión neoliberal, que sería el Da absoluto. Y por el otro lado, la pulsión seguritaria que promueve un encierro pseudodefensivo que deja al individuo fuera de la vida misma, desmintiendo la ausencia. En ambos casos la ausencia traumática intolerable no encuentra la salida elaborativa y el goce fija ambas posiciones fuera de un sufrimiento psíquico que lo empuje a la consulta, constituyéndose en destino de Soledad.
Esto nos enfrenta con la idea de lo Siniestro, un más allá en la estructura narcisista del sujeto, que ahora se revela el residuo en el yo de otro que no protegió, dejando solo, inerme, indefenso frente a la pulsión de muerte. Freud nos dice en “Lo ominoso” (1914) “A lo nuevo y no familiar tiene que agregarse algo que lo vuelva ominoso” (p. 220). “(…) la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar el yo ajeno en el lugar de propio -o sea, duplicación, división, permutación del yo-, y, por último, el permanente retorno de lo igual” (p. 234). “(…) el doble fue en su origen una seguridad contra el sepultamiento del yo, una enérgica desmentida del poder de la muerte” (p. 235). “Entonces, el carácter de lo ominoso sólo puede estribar en que el doble es una formación oriunda de las épocas primordiales del alma ya superadas” (p. 236).
El doble, el otro, eso que quedo dentro del psiquismo se transforma en predominio de soledad y encierro. Ya no es la autoridad de padres rígidos que organizan el superyó del niño, sino padres frágiles y desdibujados (adulticidio de Hilda Catz, Conferencia APA 2021), que no dan al hijo suficiente sostén, no son suficientemente buenos para favorecer el contacto con la realidad y la relación con el otro a través del vínculo, dejándolos atrapados en la repetición proyectiva narcisista de las primeras relaciones, repetición de vínculos tóxicos tempranos, de frustración, constitutivos del narcisismo primario marcado por identificaciones primarias pasivas (Marucco, 1980) que lo alienan e intoxicado en su propio odio (Faimberg, 1987). Como consecuencia, el hijo buscará alejarse de cualquier vínculo, quedando inmersos en la soledad y el encierro.
Podemos retomar a Recalcati que nos dice: “En un primer tiempo, el niño aleja el carretel de sí, haciéndolo desaparecer, repitiendo de este modo, el alejamiento de la madre (Fort, andá). En un segundo tiempo, en cambio, lo llama para que se presente (Da, aquí), exorcizando su desaparición. Entonces, mi tesis es que en el tiempo hipermoderno esta dialéctica si fracturó despedazándose en un fort absoluto o en un da absoluto. Por una parte, el fort del rechazo, de la sustracción, de la desaparición, del repudio, de la ruptura sin mediación de la relación; por otra parte, el da que exige la presencia absoluta e incestuosa del objeto-Cosa, la necesidad del soporte analítico del objeto, su eterna presencia” (2019, p. 29-30). O sea, por un lado encontramos los efectos de la pulsión seguritaria como expresión del aislamiento y el encierro: fort absoluto; y por el otro, de la pulsión neoliberal consumista, como respuesta a la imposibilidad de simbolizar: un da absoluto. Dentro de una estructura melancólica, él propone un remodelación de la sintomatología a través de expresiones pulsionales que determinan posiciones absolutas con hacen referencia al desdoblamiento de un juego elaborativo, como lo es el juego del carretel.
Como nos dice Marucco, durante la pandemia la libido, que no es inagotable, esta ocupada en los cuidados protectores, distrayendo las cotidianas investiduras eróticas. El peligro es que el analista, en su afán de protegerse y proteger al paciente, pueda transformarse de protector de la vida en peligro de muerte, aumentando la angustia y el desamparo del paciente. Revertir la formulada de cuidado por la investidura del paciente en análisis, un análisis que trate de dar alivió al sufrimiento, darán una primera clave para el trabajo en pandemia.
Bibliografía:
Freud, S.: (1919) Lo ominoso. En Obras Completas, Vol. 17. Amorrortu editores, Buenos Aires. 1993. (p. 215-251).
Marucco, N.: (2021) El encuentro con lo siniestro y sus efectos en la clínica” en XXXIV Simposium de las Américas, Sociedad Psicoanalítica de Guadalajara. Marzo 2021.
Recalcati, M.: (2019) capitolo I: Le nuove melancolie. In Le nuove melanconie. Destini del desiderio nel tempo ipermoderno. In Raffaello Cortina Editore. Milano, 2019 (p. 1-42).