Padres e hijos a merced de la cultura
Propuesta N° 057
miércoles 03 de noviembre / 19,00 PM

18:00 NY / 17:00 PE, EC / 16:00 MX / 22:00 POR / 23:00 SP, IT

Zoom Finalizado

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Presenta/n: Silvia Leguizamón (APA), Telma Baros Cavalcanti (SBPRJ-Río de Janeiro).



Resumen

Las autoras hablan de las consecuencias de la fragilidad en las funciones materna y paterna. Aborda la relación vincular, intersubjetiva, su implicancia en los déficits en la constitución psíquica temprana y el proceso de subjetivación en el niño. Presenta una viñeta clínica. Resalta la condición del análisis, como función tercerizante.






Ampliación/Descripción

En el presente trabajo queremos repensar la temática de lo social en la actualidad, la falta de función paterna eficaz que dé al niño el espacio potencial que le permita estructurar su psiquismo, como consecuencia de la falta de autoridad en la sociedad y en la familia característico de nuestro tiempo. Para ello partimos de la constitución psíquica temprana y de lo infantil, que entendemos como lo universal de dicha estructuración. Los diferentes aspectos del psiquismo que dan forma en cada individuo a su propia historia intrapsíquica, signada y modelada desde el vínculo, el encuentro de dos intrapsíquicos que se transforman en un intersubjetivo, un vínculo que anida, ofreciendo su mirada, su satisfacción y sus cuidados en un contexto de amor y dedicado a ese encuentro esperado, con la presencia de una función tercera que instaura el padre, para dar acceso la realidad, la frustración, el proyecto de un futuro realizable. El espacio y el tiempo, como nos dice Hilda Catz (2021) tiempo compartido, deseado, disfrutado que crea encuentro con satisfacción, y aparato psíquico, rescata al niño de un lugar que podría cristalizarse a través de la eterna necesidad de bebé, o peor aún, del rechazo del tiempo y el espacio que el bebé les roba, quitándoles la libertad de disfrutar de sus vidas.

Esto nos lleva a Freud en “Introducción del narcisismo” (1914) nos propone la fórmula de “His Majesty the Baby”, la diferencia entre una oferta identificatoria constitutiva, satisfactoria, respetuosa del hijo como otro, en el deseo de un proyecto de vida del cual pueda apropiarse, como nos dice Marucco (1980) cuando nos habla de la identificación primaria pasiva, que permita amarse como fui amado, para luego amar al otro. Y así crear un aparato capaz de relacionarse con el mundo externo, a través de un principio de realidad que pone en relación al individuo con el mundo y le da la posibilidad de apropiarse de su vida para vivirla, o, por el contrario, la falta de espacio y tiempo para favorecer los procesos de subjetivación.

Es el vínculo inicial el que se continua con la ampliación a la pareja parental, función materna y paterna integradas en la constitución psíquica. Si la cultura consumista y prestante exige la continua atención a la performance, el dinero y el consumo, la imagen y los logros inmediatos, colonizan la mente de quien no puede pensar al hijo, escucharlo y hablarlo, sino que lo usa y manipula o lo desecha porque molesta. En esta forma la debilidad de la función parental deja al niño en el lugar de las necesidades del otro y no del otro para las suyas. No se piensa en compartir, sino en dejar a los niños en el centro de la escena, pero solo en apariencia, ya que en realidad son obligados a ser el sostén de sus padres y de la familia, el centro ligante de vínculos precarios.

Sin investidura, sin protección y sin los cuidados necesarios, el niño toma el lugar de protección que no obtiene del medio y se adultiza, estructurando tempranamente su Yo, que por ende, es frágil y con prevalencia de defensas preedípicas, tratando de sobrevivir al abandono en vez de fortalecerse en el contexto de un ambiente suficientemente bueno.

Hijos suficientemente buenos que devienen sostén de los frágiles roles parentales ya que no fueron hablados, escuchados e inscriptos en una historia propia enlazada a su familia y su comunidad, ya que ni siquiera la historia familiar existe.

Reflexionemos sobre una viñeta clínica. María llega durante la pandemia y comienza un análisis online que lleva ya 6 meses en los cuales se producen cambios sorprendentes. Es una mujer casada, de 42 años, profesional exitosa, con un hijo de 8 años. No soporta más el control, las presiones, conflictos y interferencias de la madre en su vida, esta muy preocupada por las conductas extrañas del hijo mayor.

En la primera consulta habla de lo que la angustia:

“Yo no sé qué pasa con mi hijo de 8 años, está mal, estoy muy preocupada. No juega con los otros chicos, dibuja siempre lo mismo, escucha las mismas canciones, siempre los mismos personajes, está lleno de miedos, no sé qué pasa, llora siempre si tiene que esperar, come siempre lo mismo…”.

Cuenta que cuando tenía 3 años le diagnosticaron un transexualismo, en un Centro Privado, en el cual recomiendan un tratamiento psicológico. Todo surge de un dibujo en el cual se viste como una nena. Después de cuatro años de terapia presenta síntomas graves de aislamiento, exclusión e intensas dificultades relacionales. La madre comenta que, aunque se llevaba bien con el padre, quería estar siempre con ella y sentía al padre como una continua interferencia. En cada sesión habla de las conductas bizarras de su hijo.

La paciente se siente sumergida en situaciones complejas que no le permiten focalizarse sobre sí misma. Habla continuamente en un tono bajo, como si contara un secreto, como si fuera prohibido contar los hechos hogareños, y la sesión fuese un lugar en el cual confesarlos.

La analista escucha sus relatos, llenos de dudas sobre lo que estaba sucediendo con su hijo y en la medida en que pasan las sesiones, María se siente escuchada lo cual abre un espacio que la habilitan a dar crédito a sus pensamientos y preocupaciones.

El proceso analítico comienza centrándose en un discurso que lentamente se transforma en una denuncia de los aspectos más patológicos de ambas familias, la propia y la de origen. En la medida en que María puede expresar sus preocupaciones, se abre la posibilidad de pensar y reflexiona sobre ciertos detalles de su vida hogareña, introduciendo nuevos elementos a la dinámica familiar, que se traducen en cambio notables del lugar de cada uno de sus miembros.

Decide cambiar la terapeuta de su hijo, lo cual introduce nuevo material al análisis a través de los relatos que el hijo hacía de sus propias sesiones, dando forma a ciertos secretos familiares, por ejemplo, el colecho con la madre desde su nacimiento, dejando la vida de pareja limitada a momentos ocasionales.

La fragilidad de la función parental deja librado el hijo a los dictámenes culturales y familiares. Pero María no se conforma y denuncia, comienza a analizarse, y toda la dinámica familiar cambia, su madre se enoja y no se mete más en su vida. Su hijo cambia de terapeuta y ella encuentra en los relatos del hijo la coherencia que le faltaba a sus vivencias familiares.

El padre que admiraba a los profesores de dicho instituto famoso, empezó a dar espacio a las propias percepciones y a los relatos de María y del hijo, saliéndose ambos de las costumbres familiares, lo cual dio espacio a una nueva idea de vida familiar, la que ellos logran construirse.

El análisis del hijo y de la madre dieron la apertura necesaria para que se saliera de la complicidad con la cultura como forma de sostén, pero dentro de un malestar, de un situación caótica y confusa que la misma cultura les proponía. Inmediatez y etiquetas, son objetos inanimados, no simbolizantes que dan una pseudo-identidad, lejos de la simbolización subjetivante, actuada por los hijos pero en realidad falso sostén de la debilidad parental producto de sus propias historias familiares frágiles, en una eterna repetición a través de las propuestas culturales que cada época propone.

Cuando madre e hijo encuentra un espacio desde la función tercerizante del análisis, aún desde su valor catártico, ya no desde el lugar de las costumbres familiares de sus ancestros o de la cultura, sino desde sus propias percepciones de la familia. María ve el malestar del hijo y el propio y se siente ahora habilitada a decir y hablar de lo que está sucediendo en casa y ya no es sólo “lo que tiene que ser porque los otros dicen”.

Ambos buscan la forma de salir de pactos narcisistas y denegativos patológicos, conformistas, de negación de la evidencia y aceptación de lo que los demás deciden por ellos, respetando alianzas inconscientes alienantes que dejan al grupo familiar atrapado en un destino de “costumbres”.

Con la elección de un análisis, María busca cambios que no sabe como actuar. A partir de allí comienza lentamente a pensar por su cuenta, disminuyendo la angustia y la culpa, y a denunciar y proponer un cambio de rumbo en familia. El nacimiento de un ámbito familiar propio permite liberar tensión en todos sus miembros y comienzan a hablar de los problemas y a enfrentarlos.

La sociedad deviene alternativa a la confusión reinante en ámbito familiar. La confusión propia de ciertas parejas sometidas a los mandatos familiares se desliza fácilmente en sometimientos. La evaporación de los roles parentales deja a ambos miembros a merced de lo que dicen los otros, tanto la familia como los vaivenes culturales bajo la forma de contratos narcisistas y alianzas inconscientes, ya no de sostén sino de abandono.

 

Bibliografía:

Catz, H.: Intervención en el Departamento de niños y adolescentes “Arminda Aberastury” de APA el 2021, “Lo infantil en la clínica de niños y adolescentes hoy”.https://facebook.com/events/s/departamento-de-ninos-y-adoles/1223266864772508/

Freud, S.: (1914) Introducción al Narcisismo. En Obras completas, Vol. XIV: Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos de metapsicología y otras obras. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1993. (pp. 65-97).

Marucco, N.: (1980) Capítulo 3: Introducción a [lo siniestro] en el yo. En cura analítica y psicoanálisis. De la represión a la desmentida. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1999 (pp. 67-77).