Sublimación: origen y desarrollo en la obra de Freud
Propuesta N° 065
miércoles 10 de noviembre / 09,00 AM

08:00 NY / 07:00 PE, EC / 06:00 MX / 12:00 POR / 13:00 SP, IT

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Presenta/n: Christian Lopardo (APA).



Resumen

A partir de una imagen, de la que se habría basado Freud para conceptualizar la sublimación, me propongo realizar un recorrido teórico sobre el concepto en la obra de S. Freud y como su sentido fue transformándose; de ser un destino buscado a estar emparentado con la represión.






Ampliación/Descripción

Introducción

Si damos crédito y hemos de confiar en los recuerdos que vuelca el discípulo de Freud Hanns Sachs en su libro “Freud. Maestro y amigo” (1944), el concepto de sublimación le es revelado al creador del psicoanálisis al ver una imagen de un semanario. Dice Sachs:

“(…) Sucedió mientras estaba [Freud] hojeando una historieta en un periódico humorístico (Fliegende Blätter) que mostraba la carrera de una chica en dos etapas subsecuentes. En la primera, ella estaba arreando una bandada de gansos jóvenes con una vara y en la segunda se la mostraba como una institutriz dirigiendo un grupo de jovencitas con su sombrilla. Las chicas de la segunda imagen estaban dispuestas exactamente de la misma manera que los ansarones de la primera (…)”  (p. 99)

Considerando estas palabras podemos buscar la imagen, dar con ella y así encontrarla en el número 2324 del año 1890 del semanario alemán Fliegende Blätter. (Ver anexo)

Tengo motivos para confiar en el recuerdo de Sachs. El primero quizás sea el más evidente, Sachs fue discípulo de Freud desde los primeros años que se conformó el “círculo de Viena” y al residir en la ciudad compartía tiempo y encuentros con Freud de modo habitual y cotidiano a diferencia de los discípulos que estaban en otras ciudades de Europa, quizás una excepción sea Otto Rank. Segundo, el hecho de que la primera aparición del concepto conocido hasta el momento sea una carta a Fliess en el año 1897, y en su obra publicada la referencia primera se encuentra en “Tres ensayos…” (AE 7 p. 142) ya con el sentido con el que conocemos al concepto, ambas en años posteriores a la de la publicación del semanario.  Por último, decir, que la obra de Freud contiene variadas referencias del semanario y de los ilustradores que acompañaban al mismo, de la cual era asiduo lector como muchos de sus contemporáneos, lo cual no resultará extraño que una imagen le permita a Freud pensar un concepto.

Si todos estos argumentos no fueran válidos y aun persistiera la duda respecto de lo fidedigno del recuerdo eso no invalida el hecho de que la imagen sea una excelente representación visual del concepto y en lo que a mí respecta me contentaré con ello. 

Dicho lo cual valen unas breves palabras sobre el semanario, la imagen y su autor previas al desarrollo del artículo.

Acerca del semanario, la imagen y su autor

Fliegende Blätter fue un semanario alemán humorístico y satírico donde además de encontrarse chistes e historietas había acertijos y juegos de palabra que apareció ininterrumpidamente entre 1845 y 1944. Sus imágenes han sido realizadas por los mejores ilustradores de la época, muchos de ellos citados por Freud, quizás el más renombrado sea Wilhelm Busch, autor de Max und Moritz.

Hans Schliessmann fue un ilustrador nacido en Alemania pero que su familia se mudó a Austria siendo esté un niño.  Allí contribuyó con dibujos e historietas en los periódicos y semanarios más prestigiosos de la época y en donde por supuesto participo en Fliegende Blätter. Se destacó por sus dibujos sobre la vida cotidiana en Viena, siendo sus personajes predilectos los músicos y los deportistas. Son reconocidos sus dibujos de siluetas-sombras como también la famosa caricatura de Gustav Mahler dirigiendo una sinfónica. Fue un artista tan popular en su época que ilustró una baraja de cartas de Tarock, el juego predilecto de Freud, con los personajes y escenas típicas de la Viena de ese momento.

La imagen a la que alude Sachs es una obra de este autor y tiene por título “La chica de los gansos y el filántropo (una breve historia de vida)”.  En su recuerdo Sachs indica las viñetas 1 y 7 de la imagen. En la primera se observa a una niña descalza y vestida con ropas sencillas guiando con una vara a unos gansos en fila a la vez que es observada por el filántropo a lo lejos. En el último recuadro la sublimación ya está lograda, la ahora joven docente -con gesto adusto y vestimenta reglamentaria- guía con un paraguas cerrado a un grupo de niñas como otrora a los gansos.

Llamativamente olvida Sachs aludir a las viñetas 2, 3, 4, 5 y 6, los puntos intermedios de la sublimación donde se observa el factor externo que incita la misma y el proceso de cambio de meta. Una observación rápida nos dirá que en ellas se ve como la joven es abordada por el benefactor quien la acerca a la formación educativa.  Al respecto, sobresale en la tercera viñeta el gesto del hombre, señalando con el dedo índice el futuro de la niña. A medida que va creciendo y accediendo a las diferentes materias y al mundo social la ahora joven se transforma en la docente. En la viñeta sexta ella es introducida a las futuras alumnas que observan la bienvenida dada por la directora. Concluida la sublimación y la identificación es ella ahora el filántropo que impartirá educación a las niñas. 

De la sublimación como represión

Considero que sigo las conceptualizaciones de Freud cuando afirmo que la sublimación pasó de ser, en su obra y desarrollo teórico, un destino ponderado, buscado y anhelado a un modo de represión, por así decir, disfrazada, que cuenta con el beneplácito de la sociedad. Dicho de otra manera, que los que en un comienzo fueron destinos bien distintos y disimiles de la pulsión terminaron, de acuerdo a las circunstancias, siendo pensados por Freud mismo como las caras de una misma moneda.

Quizás sea en el texto sobre “Leonardo” donde la teorización de la sublimación adquiere para Freud mayor valoración, exaltando a la misma y ponderándola como el destino pulsional anhelado y buscado. Explícitamente allí la define como el destino “más raro y perfecto” (AE 11, p. 74) que permitiría, en cierto modo, eludir la represión y lo liga a la pulsión de investigar diciendo:

“(…) La libido escapa al destino de la represión sublimándose desde el comienzo mismo en un apetito de saber sumándose como refuerzo a la vigorosa pulsión de investigar (…) Empero, dentro de sí da razón de la represión de lo sexual que lo ha vuelto tan fuerte mediante el subsidio de una libido sublimada, al evitar ocuparse de temas sexuales. (…)” (p. 74- 5)

Sin embargo Freud, en simultaneo, no solo conceptualiza la pulsión que logro ser desviada hacia otra meta sino también la necesidad de satisfacción directa de la misma y las consecuencias de su denegación.

“(…) Una cierta medida de satisfacción sexual directa parece indispensable para la inmensa mayoría de las organizaciones, y la denegación de esta medida individualmente variable se castiga con fenómenos que nos vemos precisados a incluir entre los patológicos y displacentero en lo subjetivo.” (…)” (AE 9, p. 169)

Es a partir de 1920 con la inclusión de los conceptos de ideal del yo o superyó, mezcla y desmezcla pulsional y sobre todo la noción de instinto de muerte que permiten suponer a la sublimación no ya como un mero desplazamiento de la libido sino, y sobre todo, como una renuncia producto de la represión, siendo a expensas de la libido, de la satisfacción directa que se logra la sublimación. Lo cual es agravado por el visto bueno de la sociedad, dando como resultado el “malestar” en la cultura. En su artículo “El yo y el ello” (AE 19) de modo manifiesto Freud alerta sobre el peligro que corre el yo en la sublimación sin satisfacción directa:

“(…) Mientras más un ser humano sujete su agresión, tanto más aumentará la inclinación de su ideal a agredir a su yo (…) Tras la sublimación, el componente erótico ya no tiene más la fuerza para ligar toda la destrucción aleada con él, y esta se libera como inclinación de agresión y destrucción. Seria de esta desmezcla, justamente, de donde el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel del imperioso deber-ser (…)” (p. 55)

El yo se encuentra frente a una disyuntiva, tiene que arreglárselas tanto con Eros como con el instinto de muerte, y ante estos no se mantiene imparcial;

“(….) Mediante su trabajo de identificación y de sublimación, (el yo) presta auxilio a las pulsiones de muerte para dominar a la libido, pero así cae en el peligro de devenir objeto de las pulsiones de muerte y de sucumbir el mismo. A fin de prestar ese auxilio, el mismo tuvo que llenarse con libido, y por esa vía deviene subrogado del Eros y ahora quiere vivir y ser amado.

Pero como su trabajo de sublimación tiene por consecuencia una desmezcla de pulsiones y una liberación de las pulsiones de agresión dentro del superyó, su lucha contra la libido lo expone al peligro del maltrato y de la muerte (…)” (p. 57) 

La menor ligadura del instinto de muerte al liberarse en la desmezcla pulsional producto de la sublimación, pone en riesgo al yo. El sometimiento al ideal del yo da por resultado la sublimación a expensas de Eros, hay una renuncia a la satisfacción instintiva que se encuentra en las bases del malestar en la cultura. En este sentido, y como ya mencioné, la sublimación solo se diferenciaría de la represión en que el primero de estos destinos es ponderado por la sociedad. 

La pertenencia implica un costo, pertenencia que se transforma en una exigencia; la renuncia pulsional. La sociedad, de ese modo, pide sublimación. Se puede decir más, no se contenta solo con pedir, también impone sanciones para los incumplidores.

Antes de concluir vale volver a la imagen citada por Sachs. Las viñetas intermedias son especialmente interesantes porque muestran el “pedido social” por la sublimación y la renuncia. Mencioné supra que resaltaba la figura del filántropo en la viñeta número 3. Si se me permite la inferencia, luego de lo expuesto, podemos ubicar en el gesto de señalar con el dedo índice una amenaza acorde el deber-ser propio del superyó.  El personaje vuelve a aparecer en la viñeta 6 cuando introduce a la ahora docente con la directora que le da la bienvenida al mundo social deja en claro su valoración.  La otrora niña con satisfacciones egoístas es ahora un elemento más de una cadena social.