Propuesta N° 047
“El mundo fue y será una porquería” (Enrique Santos Discépolo, 1934)
¿Existe alguna relación entre el apocalipsis, los muertos-vivos y las adicciones? ¿“El mundo fue y será una porquería”? ¿Hoy, en tiempos post-pandémicos e hiperinflacionarios cómo es? ¿Estamos transitando un apocalipsis? ¿Las adicciones son propias de esta época y proliferan cada vez más gracias al sistema imperante, enmarcándose dentro de los criterios del consumo y el consumismo? ¿Podemos priorizar un punto de vista que incluya lo fenomenológico y a la vez denote el mundo interno de los adictos?
Para intentar abordar las preguntas antedichas en esta presentación reflexionaré sobre conceptos de Freud y Maldavsky.
Pensamiento apocalíptico
Desde la antigüedad hasta el presente se vaticina una catástrofe universal, preconizada por profetas, místicos, filósofos, ideólogos, ecologistas, científicos y políticos. Pestes, diluvios, inundaciones, terremotos, sequías, incendios, plagas, guerras, tempestades, crisis económicas, contaminación ambiental, terrorismo y recientemente el COVID, aparecen como los argumentos para justificar que se avizora el fin de los tiempos.
Maldavsky (1991) plantea características del pensamiento apocalíptico:
- Promueve la catástrofe en un acceso de goce suicida, a través de un Intenso proceso disolutorio.
- Se sobreinviste el superyó que atormenta al yo con la segura anticipación de un castigo inminente, cierra el futuro (claudica en su función de creación de ideales), degradando al yo. El único futuro posible es la "catástrofe".
- Implica la pérdida de la representatividad comunitaria, la descomposición grupal, falta de propuestas. Se constituye un grupo cerrado al intercambio y a la diferencia. Una masa informe, violenta, fanática, carente de proyectos (cual horda de zombis).
- No se puede avizorar el optimismo ni el progreso.
- El pasado es desacreditado y el futuro condenado.
- La única opción es el caos: se vehiculiza a través de la voluptuosidad, la lujuria sin freno, la falta de límites.
- La identificación con un "jinete del apocalipsis" implica colocarse como víctima gozosa de un mal (como el COVID) que resulta transmisible ante el cual otro lo único que puede hacer es ofrendarse para propagarlo infinitamente (a la manera de un envenenamiento colectivo).
Postulados apocalípticos como “Estamos cada vez peor”, el decretar la “muerte de las ideologías”, la “caída de los ideales”, “que ya no hay códigos”, que “el malestar exclusivamente es generado por el neoliberalismo” (desmintiendo que también otros sistemas actuales de explotación generan malestar), o que “esta es la época más violenta que vive la humanidad”; evidencian una nostalgia cruel que pretende volver a donde nunca hemos estado, ilusión de un pasado que nunca fue, una envidia de la vitalidad ajena, un pesimismo destructivo.
Con respecto a la violencia podemos reflexionar: antiguamente no existía Netflix, en ese entonces la gente se dirigía a algún espacio compartido (como una plaza pública) y podía presenciar “en vivo” decapitaciones, empalamientos, ahorcamientos, sacrificios, descuartizaciones y fusilamientos (Villeneuve, 1989). Cada época y cultura tendría un tipo de violencia que la caracteriza.
Pensar lo apocalíptico permite a los analistas comprender y abordar estas expresiones que pueden llegar a favorecer el tratamiento de los pacientes (por ejemplo, adictos).
¡Muertos-vivos del mundo, uníos!
Los muertos vivos (zombis) son esas simpáticas criaturas de cuerpo hiperrealista descompuesto, con las tripas colgando, el paso aletargado, ropas andrajosas y mirada vacía, mediante el poder del número, como masa creciente, homogénea e indiferenciada, contagian y esparcen la plaga, arrasando lo vital.
Podríamos considerar a los muertos-vivos representantes de nuestra época, de lo improcesable, de contenidos no figurables, del terror sin nombre (Bion, 1962), de un intento de figurar lo traumático, de imaginar lo inimaginable, de expresar el horror de lo incomprensible (Iusim, 2008), el caos, la destrucción y el apocalipsis. Incluso pensamos que comparten todos estos rasgos con los sujetos adictos.
Adicciones. Definiciones.
Las adicciones acompañan a los seres humanos desde tiempos remotos, existen en diferentes sistemas, las encontramos en todas las etapas de la vida, su etiología es multicausal.
Actualmente se las suele denominar “consumo problemático”. Este término no explicita de forma precisa la diferenciación entre consumir, consumismo, capitalismo y adicciones. Postulamos que lo problemático no solo podría ser la forma de consumir, sino que lo problemático precede a cualquier tipo de consumo. La conducta “consumo problemático” nos demuestra y detalla algo que ya habría acontecido: la necesidad siempre es anterior al consumo.
Por lo tanto, estamos ante una problemática de la necesidad. Como consecuencia de traumas puede sobrevenir por defusión pulsional una inversión de las pulsiones de autoconservación (Freud, 1940 [1938]), mediante la cual el sujeto busca su autodestrucción. Los pacientes adictos suelen transmitir de forma verbal o no verbal, la siguiente frase: “Lo que necesito me mata”, manifestando así que lo fundamental es el alivio, no el placer.
El dolor y el displacer dejan de ser advertencias y pasan a ser una meta, se paraliza el principio de placer, y el guardián de nuestra vida anímica se narcotiza (Freud, 1924).
El estado de desvalimiento anímico o necesidad es previo a la ingesta, como otros aspectos: social, cultural, económico, religioso y político.
Desde el punto de vista psicoanalítico, la adicción remite a una intoxicación previa del paciente (endógena), por sustancias derivadas de un quimismo (pulsional) de carácter autoerótico (Moreira, 1995).
La intoxicación por la droga o sustituto, es un efecto de la estasis libidinal (Freud, 1912) que implica la imposibilidad de tramitación psíquica, no pueden ser adecuadamente tramitadas ni por la vía de las representaciones ni por la de los afectos.
Estas patologías se enlazan a una lógica que se desprende de la irrupción de un goce sin medida que tiende a una descomplejización vital. El poner término a la vida, despojados de toda subjetividad y desconectados de sus vínculos con el mundo, implica muchas veces una escalada suicida
Los trastornos alimentarios se configuran como una adicción, que encuentra en un autoerotismo tóxico su fundamento. En la anorexia el incremento del hambre posibilita la eficacia de un quimismo que tiene un efecto narcótico y euforizante, en el cual el paciente puede “dejarse morir", en su búsqueda de una nivelación letal, como expresión de la activación de un fragmento suicida.
Freud (1918 [1914]) postula la desestimación como una corriente psíquica que podría coexistir con otras, incluso adquirir hegemonía; la consideró una defensa frente a lo nuevo (además ante la castración y ante la función paterna). Lo primero nuevo en constituirse en la vida psíquica es el afecto. La defensa principal de las patologías tóxicas y traumáticas sería la desestimación del afecto (Mc Dougall, 1991; Maldavsky, 1992) que despoja de cualidades a los procesos psíquicos. Al no sentir sus propios afectos, los pacientes se sienten muertos-vivos (Iusim, 2019).
Estos sujetos se arrasan alterándose la economía pulsional, con la alternancia repetida entre la tonificación restitutiva y la desvitalización. Como si fuera posible sufrir más para sufrir menos, o sentir menos el sufrimiento (abrumándose para obtener un efecto anestésico). Mediante el dolor transformado en sopor se obtiene el beneficio de mantenerse en este borde con la muerte siempre inminente, en estas “agonías primitivas” (Winnicott, 1963), implica gozar en un estado de no-muerte, de deceso jamás consumado (Maldavsky, 1993). Es un goce autoerótico mortífero, en el que priman el dolor orgánico (frente al dolor psíquico que tiene carácter subjetivo), el aturdimiento y la entrega a la muerte.
Cuando la pulsión no encuentra ligadura se vuelve destructiva. Lo que no puede convertirse en psíquico da lugar a un excedente de energía que busca descargarse compulsivamente, los adictos privilegian como descarga al propio cuerpo.
Predomina la alteración interna por sobre la acción específica y presentan alteraciones en la conciencia primaria (Freud, 1950 [1895]), deja al individuo carente de subjetividad, con dificultades para investir, para captar el matiz afectivo, la vitalidad de los procesos pulsionales, testimonio de la relación empática madre-hijo. Falla el sentimiento de estar vivo y la convicción de la existencia propia y la de los otros. Somos concientes que estamos vivos porque sentimos, y sentimos gracias a que otro (empático, vitalizado y vitalizante) nos siente. Sentir un sentimiento implica sentirse sentido (Maldavsky, 1998).
Conclusiones abiertas como heridas
Tal cual sucede ante una situación traumática, cada vez que nos “contagiemos” del pensamiento apocalíptico de forma individual o colectiva, se reactivan y movilizan las vivencias de desamparo y los modos de tramitación psíquica (propia de cada sujeto), que a su vez puede reactivar, retroalimentar lo apocalíptico.
La figura mítica del muerto-vivo nos permite pensar lo apocalíptico y nos da herramientas para abordar desde el psicoanálisis la problemática de las adicciones.
Como hemos visto, las adicciones no son solo una forma particular de consumir, o el consumo en sí mismo. Implica mucho más que eso, y a veces ni siquiera incluye el consumo de algo (actividad, cosa, persona). Podemos deducir que más allá de lo descriptivo es fundamental indagar en el mundo interno de los sujetos. En este sentido el psicoanálisis tiene mucho para seguir aportando.
Bibliografía
- Bion, W. R. (1962) Aprendiendo de la experiencia. Buenos Aires: Paidos, 1991
- Freud, S. (1912) Contribuciones para un debate sobre el onanismo. En AE, vol. 12.
- _______ (1918 [1914]) De la historia de una neurosis infantil. En AE, vol. 17.
- _______ (1924) El problema económico del masoquismo. En AE, vol. 19.
- _______ (1930 [1929]) El malestar en la cultura. Buenos Aires: AE. Vol. 21.
- _______ (1940 [1938]) Esquema del psicoanálisis. En AE, vol. 23.
- _______ (1950 [1895]) Proyecto de psicología para neurólogos. En AE, vol. 1.
- Iusim, M. (2008) “Arte gore. Terror con nombre”, presentado en la 7ª Jornada y Taller “El Desvalimiento en la Clínica”. UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales), 19 de abril de 2008.
- ________ (2009) “Psicoanálisis de los zombis”, presentado en la 8ª Jornada y Taller “El Desvalimiento en la Clínica”. UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales), 18 de abril de 2009.
- ________ (2019) Adicciones. “Lo que necesito me mata”. Presentado en el 57º Symposium y 47º Congreso de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina). 29 de noviembre de 2019.
- Maffesoli, M. (2004) “El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos”. México: Fondo de Cultura Económica.
- Maldavsky, D. (1991) Procesos y estructuras vinculares: mecanismos,erogeneidad y lógicas. Buenos Aires: Nueva Visión.
- ___________ (1992) Teoría y clínica de los procesos tóxicos. Adicciones, afecciones psicosomáticas, epilepsias. Buenos Aires: AE.
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- ___________ (1994) Pesadillas en vigilia. Sobre las neurosis tóxicas y traumáticas. Buenos Aires: AE.
- ___________ (1998). Casos atípicos. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Mc Dougall, J. (1989) Teatros del cuerpo, Madrid, Julián Yébenes, 1991.
- Moreira, D. (1995) Psicopatología y lenguaje en psicoanálisis. Adicciones, psicosomática, autismo. Homo Sapiens Ediciones, Rosario.
- Villeneuve, R. (1989) “El museo de los suplicios. Muerte, tortura y sadismo en la historia”. Barcelona: Martínez Roca.
- Winnicott, D.W. (1963) “Miedo al derrrumbe”. En: Exploraciones psicoanalíticas, Buenos Aires, Paidós, 1991.