Qué se entiende por cura en psicoanálisis




Qué se entiende por cura en psicoanálisis

Propuesta N° 072

viernes 04 de noviembre / 20,30

19:30 NY / 18:30 PE, EC / 17:30 MX / 23:30 POR / 24:30 SP, IT

Sala 202/203 (Claraboyas) (2° piso) / Zoom y Presencial

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Presenta/n: Alejandra Marucco (APA), Jorge Gorodokin (APA), Gladys Lepek (APA), María Angélica Pacheco (APA).
Conducción: Claudia Roqueta



Resumen

Diálogo intergeneracional organizado por Secretaría Científica de la APA. Cliquear en el título para leer exposiciones planteadas.






Ampliación/Descripción

(Texto de Jorge Gorodokin)

¿Qué se entiende por cura psicoanalítica?

La clínica nos interroga constantemente respecto a la validez de nuestras convicciones teóricas y por lo tanto nos aleja de la fascinación que “la tersa teoría” ejerce sobre nosotros. Nos alerta respecto de los deslizamientos filosóficos y de las concepciones totalizadoras que nos otorgan seguridad.

A pesar de estas consideraciones, el retorno “religioso” en la ciencia parece inevitable. El psicoanálisis no ha sido la excepción.

Muchos de los valiosos referentes posfreudianos y contemporáneos fueron a lo largo de la historia del psicoanálisis, considerados la verdad revelada y sus teorías tomaron un carácter de texto sagrado y por lo tanto incuestionables.

Quisiera comenzar con un breve recorrido de la obra Freudiana, puntuando algunos momentos, giros y replanteos en torno al tema que nos ocupa. Considero que la pregunta acerca de que se entiende por cura en psicoanálisis no admite una respuesta unívoca.

En los primeros escritos Freudianos, la meta del análisis era hacer consciente lo inconsciente, cegar las lagunas mnémicas para llegar al recuerdo. El olvido en este sentido era una “falla” en la memoria producto de la represión. La propuesta de llegar al recuerdo cómo meta, podría estar al servicio del deseo de develar una historia “verdadera” realmente acontecida.

 Años después Freud descubre que los recuerdos lejos de conducirnos a la verdad histórica nos muestran su carácter ficcional. Son siempre encubridores y están atravesados y actualizados por el deseo.

A partir de los trabajos de 1914 dos conceptos ocupan un lugar importante en la escena: el de narcisismo y el de objeto.

En Recordar, Repetir y Elaborar, memoria y olvido cambian sustancialmente. El recuerdo es el “producto del arduo trabajo de elaboración del analista” que permite transitar el camino de la repetición en transferencia al recuerdo.

En este mismo sentido en Duelo y Melancolía el trabajo elaborativo del duelo es el que permite que el objeto perdido se convierta en recuerdo.

Vemos así como en estos textos el recuerdo es el resultado de un trabajo: el trabajo de elaboración.

El olvido no es sólo una falla en la memoria. El olvido desafía la repetición y hace necesaria la resignificación.

Memoria y olvido son términos en tensión. ….”El olvido es una de las formas de memoria, su vago sótano, la otra cara de la moneda”. (Borges).

A partir del 1920 en “Mas allá del principio del placer”, Freud cambia su enfoque, y admite que tras 25 largos años de “colegir, reconstruir y comunicar en el momento oportuno lo inconsciente oculto para el paciente” los resultados no eran los esperados. El arte de la interpretación era al menos insuficiente. Se instaba entonces al paciente a corroborar la construcción mediante su recuerdo.

Luego en el mismo texto nos habla de la repetición en transferencia de aquello que no puede ser recordado. Dicha repetición, se convierte en el escenario privilegiado, y en la oportunidad para que el analista pueda intervenir modificando la escena. Si lo logra, nada será como antes, ingresando en una temporalidad que la repetición insiste en anular.

Ese acto, esas palabras, o ese silencio abren el telón a una trama diferente.

A partir de la Introducción del Narcisismo en la teoría, el lugar del objeto adquiere un valor fundamental.

Nos constituimos a partir de un otro que al mismo tiempo nos aliena.

Nuestro nombre, que sentimos como lo más propio nos es radicalmente ajeno; se nos revela así la paradoja inherente a la identificación.

Quedamos amarrados a una historia, a un lugar dentro del sistema narcisista parental y a tener que cumplir deseos, que no son los nuestros.

Se nos abre desde esta perspectiva un nuevo desafío: el de cuestionar aquello que nos señala un camino inexorable que nos aleja cada vez mas de nuestro deseo. Se nos plantea así el trabajo de desidentificación - deconstrucción.

Respecto a la dirección de la cura Spilka nos dice que se nos abren dos caminos: 

“Una dirección en la que se juegan la realización del ser, del saber, la verdad …. y otro camino que se dirige a la deconstrucción, en la que prevalece la constante tensión entre el significado el sentido y sin sentido”. 

            El arte analítico consistirá en la articulación de ambas posiciones.  

La cura en psicoanálisis, no se reduce a la supresión del síntoma; en el trabajo de deconstrucción toda certeza será cuestionada, y no existe lugar seguro. Tampoco el analista se puede refugiar en sus teorías.

 Ulises, como metáfora de la identidad, se lanza a la aventura, se pierde y reencuentra su camino, pero su meta es el retorno a su hogar como reafirmación identitaria. En el proceso deconstructivo no está trazado el camino ni prefijada la meta.

En un trabajo “Acerca de la desidentificación” de W. Baranger y colaboradores plantean “La identificación es a la vez estructurante y alienante. Si la cura psicoanalítica tiene un fin no puede ser otro que la desalienación, en la medida que ésta sea posible, pero no la desestructuración. Con lo que estamos llevados a diferenciar identificaciones estructurantes, mal estructurantes, e identificaciones resueltamente alienantes.

Esta diferenciación entre los distintos tipos de identificación, y el riesgo de la desestructuración, resulta fundamental.  Es necesario evaluar los riesgos, dado que no todo paciente, ni en todo momento está en condiciones de iniciar este camino.

Pensemos en que aquellos pacientes que acuden al análisis con una historia sin palabras, una historia en acto, o en aquellos sujetos que padecieron traumas psíquicos tempranos que no accedieron a la representación.

La construcción de una historia a partir de sueños, asociaciones, y repeticiones en transferencia, permite ligar la pulsión  que protege al sujeto de quedar expuesto a la pura cantidad imposible de cualificar, de otorgarle figurabilidad, o de representar. “El trauma psíquico infantil, de nosotros a Freud: trauma puro, retroactividad y reconstrucción.” Willy, Madelene Baranger y Jorge Mom.

En esa historia que surge a partir del análisis, el paciente puede reconocerse, y reconocer aquello enigmático que insiste como repetición a lo largo de la vida. Las construcciones permiten ligar elementos que se desprenden del proceso analítico y que se actualizan en transferencia. Lo esencial no es el valor histórico, sino que el sujeto descubra las marcas de aquello que en su vida tiene un valor estructural.

Cada sujeto para necesita realizar una transcripción humana y subjetiva de su única e irrepetible historia.

Dr. Jorge Gorodokin

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(Texto de Alejandra Vertzner Marucco)

¿Qué se entiende por cura en psicoanálisis?

Felicito a la Secretaría Científica por la elección de este título realmente relevante, dado que remite al valor terapéutico del psicoanálisis. ¿Qué es lo que puede definirse como “cura” en psicoanálisis? No es una pregunta abstracta, para precisar terminologías entre colegas o diversos esquemas referenciales; es una pregunta legítima que explícita o tácitamente debemos responder a nuestros consultantes: “El psicoanálisis, ¿me puede curar?”, “¿De qué manera el psicoanálisis me puede ayudar?”. La pregunta debe ser respondida en el presente, no solo porque de poder hacerlo depende el futuro del psicoanálisis mismo sino, más importante aún, la vida de nuestros pacientes.

Obviamente el psicoanálisis nació como un proyecto de cura: de aquella locura histérica y, en cierto modo, del mandato cultural de reprimir la sexualidad. Freud comenzó intentando curar los síntomas neuróticos que entendió como expresión afectiva de la sexualidad reprimida.

Recién a partir de allí se fueron constituyendo otras líneas del psicoanálisis: el psicoanálisis como investigación acerca del psiquismo, como teoría sobre el modo de conformación del aparato psíquico. También es una investigación acerca de la cultura. Pero, sin duda, el fundamental compromiso de Freud y de los autores post-freudianos fue el de proveer herramientas conceptuales, clínicas, técnicas, para disminuir el padecimiento psíquico humano.

En el recorrido de su obra Freud plantea en primer lugar la teoría de la seducción: en términos actuales, los abusos sufridos por las histéricas, las más de las veces por parte de un padre seductor, eran la causa de sus síntomas neuróticos. El recuerdo de tales acontecimientos traumáticos permitiría curar esos trastornos.

Luego, en la carta a Fliess del 21 de setiembre de 1897, cuando Freud sentencia que ya no cree más en su neurótica (no en sus neuróticas, sino en su teoría de las neurosis), se opera un salto epistemológico en la teoría, dado que se introduce la fantasía como la vivencia escenificada y recordada de un deseo inconsciente, más allá de que ocurriera o no efectivamente. Eso restituyó el valor de la realidad psíquica en el padecimiento neurótico. De ahí el ingreso al mundo de los sueños, y su análisis como vía regia de acceso a lo inconsciente. La cura entendida como “hacer consciente lo inconsciente”. 

En 1920 Freud se topa con la autodestructividad, las oscuras tendencias masoquistas del yo, la compulsión de repetición, la pulsión de muerte. “Cuando el análisis logra hacer trabajar el conflicto por medio de la transferencia y la interpretación, la tendencia hasta entonces dominante, la que colocaba a la destructividad en primer plano, puede invertirse en favor de Eros”. (Green, 2014, p. 298). La cura consiste también entonces en tender lazos, reforzar la trama, promover la objetalización, la intrincación entre pulsiones de vida y muerte.

En 1923, en “El Yo y el ello” Freud habla de los vasallajes del Yo: al ello, al superyó y a la realidad exterior. La cultura penetra en el mundo psíquico.

“Ventana a la realidad”, la denomina N. Marucco. Freud explicita en el Esquema del psicoanálisis de qué trata la cura. Dice que el analista tendrá que entrar junto al paciente en esa especie de “guerra civil” que está combatiendo, para auxiliar al Yo a enfrentarse a sus sometimientos. Acá muestra algo importante: las pulsiones ardientes de las histéricas del primer tiempo, las pulsiones sosegadas de los sueños del segundo tiempo, hasta las pulsiones indómitas del ello. La pulsión cobra para Freud un papel fundamental; pero ya no se trata sólo de curar domeñándolas, sino de darles representación, una posibilidad de simbolización que permita encausar su poder explosivo. El Malestar en la cultura, en 1930, plantea que el gran problema del hombre es no poder dominar a las pulsiones. La cura persigue el objetivo de disminuir el sufrimiento del síntoma, como expresión de estas tensiones entre la pulsión y los ingentes esfuerzos del Yo por domeñarla.

Otro paso más, en relación al vasallaje frente al Superyó. Este Superyó es la encarnación en el aparato psíquico de lo que fue la voluntad y el deseo de los padres, de los miedos que provocaban los padres, desde la amenaza de pérdida de amor hasta la amenaza de aniquilación. Esto se revive en el campo del análisis en la escena transferencial, donde se actualiza esta problemática que tiene que ver tanto con el tema del amor y el desamor, como con la problemática del miedo. Freud introduce a partir de 1927 la problemática de la escisión del Yo ante el conflicto entre la exigencia de la pulsión y el veto de la realidad objetiva. Dos tendencias contrapuestas que coexisten sin estorbarse: una parte reconoce la amenaza de castración reprimiendo las pulsiones incestuosas, y otra parte desmiente aquello que en la expresión de Mannoni se enuncia como “Ya lo sé, pero aún así…”. En este punto la cura analítica transitaría el amplio corredor entre la posibilidad de adecuarse al juicio de realidad y la reinvidicación de un “alegato por cierta anormalidad” en términos de Joyce Mc Dougall, o de las “locuras privadas” en términos de André Green.

Cabe señalar que lo que diferencia la cura psicoanalítica de otros métodos terapéuticos es que el proceso transcurrirá “en el discurrir de deseos que estructura la transferencia” (Marucco, 1999), en un “campo analítico” construido entre paciente y analista (Baranger W y M, 1961-62). Green lo explicita en “El pensamiento clínico” (2014): Es la transferencia la que fuerza al analista a entrar en el juego, metido como está en el proceso psicoanalítico por las proyecciones de que es objeto, ¿cómo lo lograría sin hacer participar su propia realidad psíquica?; lo cual no implica -aclara- la simetría de los protagonistas. La pareja analizante-analista sólo adquiere sentido gracias al espacio del encuadre, a su valor de espacio intermediario, campo de fenómenos transicionales (Green, 2014, p. 320).  Juan David Nasio, que escribió un libro titulado de manera elocuente “¡Sí! El psicoanálisis cura” (Nasio, 2017), decía: “Lo que cura en el análisis es la relación repetida, regular, intensa, afectiva, esclarecedora entre un analista y su paciente”, y advierte que no hay ningún método que cure completamente y que cure a todo el mundo.

Lo que mencioné fueron apenas algunas referencias posibles acerca de qué se entiende por “cura” en relación a las neurosis. No podría desarrollar, en el tiempo del que dispongo, todas las áreas más allá de la neurosis en las que el psicoanálisis ha mostrado eficacia terapéutica. Desde el modelo clásico propuesto por Freud hasta el presente, el psicoanálisis ha ido proveyendo herramientas conceptuales y clínicas específicas en el tratamiento de diversas patologías (pacientes límites, psicosis, perversiones, etc.), en distintos períodos de la vida de los sujetos (niños, adolescentes, adultos mayores), aplicados a conflictos intersubjetivos (pareja, familia, grupos), y encuadrado en distintos ámbitos de desempeño (consultorios, hospitales, trabajo de campo, etcétera). Más allá de los debates y polémicas en torno a la teoría de la cura, al intento de abjurar del modelo médico, a la imposibilidad de unificar criterios sobre curación, y la escasez o carencia de criterios objetivos de verificación de resultados; el psicoanálisis clínico siempre ha tenido presente el horizonte de aliviar el sufrimiento produciendo un cambio psíquico en el analizante. Yo agregaría que quizás ese cambio no sea de una vez y para siempre, dado que se trata de un equilibrio dinámico sometido a “los infortunios de la vida común”.

José Bleger, en un artículo publicado en la Revista en 1973, hace un detallado recorrido y una profunda reflexión sobre “Criterios de curación y objetivos del psicoanálisis”.  El tema de la cura se ha tratado en 58 artículos de la Revista de psicoanálisis de APA, está en elaboración un número completo dedicado al tema “Repensando la cura psicoanalítica”, y es objeto de profundas reflexiones en sus diversos aspectos a considerar a lo largo de las numerosas presentaciones y ponencias de este valioso simposio. Es por eso que lo que puedo proponer son apenas un par de disparadores para continuar el diálogo con ustedes. ¡Muchas gracias!

Dra. Alejandra Marucco

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