La adolescencia: ¿un desafío para el análisis?




La adolescencia: ¿un desafío para el análisis?


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Propuesta N° 026

miércoles 02 de noviembre / 15,00

14:00 NY / 13:00 PE, EC / 12:00 MX / 18:00 POR / 19:00 SP, IT

Zoom Finalizado

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Presenta/n: Adriana Graciela Mecca (APA).
Conducción: Karina Matticoli



Resumen

El presente trabajo expone la articulación teórico-clínica en el proceso de un tratamiento con una adolescente, basado en conceptualizaciones de Álvaro Nin y Donald Winnicott. La paciente presentaba una conflictiva respecto de los vínculos y dificultades para relacionarse con los pares y los adultos y no respetaba ni aceptaba la puesta de límites, lo que se reflejaba en la institución escolar. Durante el proceso de tratamiento, pudo ir evolucionando desde una dependencia absoluta (de la que se defendía con el maltrato y la aparente “indiferencia”) hacia la dependencia relativa, promovida por la disposición del analista a ofrecerse como “un objeto transicional”.






Ampliación/Descripción

Lic. Adriana G. Mecca.[1]

 

Los adolescentes, en la clínica actual, parecería que presentan cierto desafío a la misma y a los postulados de la clínica psicoanalítica tradicional con adultos, es por lo cual constituye un tema de sumo interés para el abordaje en la práctica.

Álvaro Nin, hace especial referencia a las modificaciones técnicas, que precisamente se ha visto convocado a realizar en lo referente a la clínica actual con pacientes que transitan esta etapa evolutiva. En la misma, es típico el atravesamiento por la angustia que promueve la “crisis” de la adolescencia; Mannoni (1984), afirma que se “juega” la evolución del sujeto que se prepara desde la infancia y se proyecta hacia el mundo adulto. Por lo tanto, refiere al momento evolutivo decisivo en que se definirá el futuro del sujeto. Y Kestemberg (1982), nos anuncia que “emergerá un psiquismo reformulado con nuevas inscripciones psíquicas” que se irán fundando en las nuevas identificaciones.

En dicha etapa, la capacidad de simbolización está en pleno desarrollo, como así también, el proceso identificatorio y de construcción de sus mecanismos defensivos. Este conjunto de circunstancias provocan o exacerban la actuación y el pasaje al cuerpo del despliegue pulsional. En este momento, se ponen en juego la conflictiva sexual que relanza toda una dimensión corporal de grandes cambios y también, sensaciones psíquicas como correlato, lo cual, se agrega a un yo frágil en su autoestima, provocando muchos conflictos en el área social, familiar y especialmente “vincular”.

Al adolescente, se le plantea la conflictiva del duelo por la infancia (que ya deja de ser) y los temores y miedos al enfrentarse a un mundo adulto que es desconocido y angustiante. Los propios padres se ven enfrentados, junto con sus hijos, a una reactualización de la conflictiva edípica, que como lo menciona Freud en 1905, con la eclosión de los impulsos libidinales que vuelven a redirigirse en primer lugar hacia los padres, generan sentimientos de culpa, que también reactualizan la represión de los deseos incestuosos. Momento en que deberá, entonces, dirigir sus emociones de amor-odio a otros objetos sustitutos.

Además, en dicha etapa evolutiva, tienen lugar las intensas idealizaciones tanto propias como de los otros, cantantes, líderes, personajes culturales, etc. que sustituyen a los objetos primarios más significativos, produciéndose un desplazamiento libidinal hacia los otros, la exogamia. Con lo cual, se movilizarán las defensas frente al caudal libidinal que emerge, producto de dicha reactualización.

En esta etapa, entonces, se producen muchos cambios a nivel físico y psíquico, con confrontaciones generacionales, el que puede subdividirse en tres momentos:

1- Pubertad: en el cual el Yo pierde su objeto libidinal y la libido tiende a volverse a hacia el Yo, ya que se producen la pérdida del cuerpo infantil y de los padres de la infancia, lo que les suscita cierta sensación de desconocimiento de sí y de su cuerpo (por eso es un período de muchas inseguridades en la autoestima, un momento de plena transformación).

2- Adolescencia mediana: el yo tiende a ofrecerse al Ello como sustituto del objeto perdido, como para desmentir la pérdida, y el duelo evoluciona hacia las identificaciones, la imaginación, el pensamiento. Es en donde cobra gran importancia el grupo de pares y toman mayor preponderancia que el grupo parental. Por lo tanto, adoptan códigos de identificación grupal que los distinga de las generaciones anteriores, para promover la diferenciación y la posterior identificación con el grupo al que desean fuertemente que les aseguren la pertenencia, por temor a quedar “desvalidos” sin esa identidad grupal adolescente, que lo salvaguardan de la vivencia de angustia tan típica de la pubertad.

3- Adolescencia tardía: en la que el dolor de la angustia lleva a un reconocimiento de la pérdida y al desplazamiento libidinal hacia nuevos objetos. Momento que se caracteriza por la capacidad de estar a solas; se vuelve al objeto sustitutivamente y es en donde tienden a buscar una elección de objeto sexual más permanente; aparecen las elecciones vocacionales y comienzan a definir más su propia identidad.

De esta manera, habiendo definido y descripto las características más significativas de la etapa evolutiva, se puede establecer cierto paralelismo en las etapas con respecto al espacio analítico. Winnicott en 1972, hablaba de “encuentro y confrontación”, aludiendo al movimiento de acercamiento y separación como propio, respecto de las angustias que se ponen en juego en la adolescencia. Aspectos que son muy importantes a ser tenidos en cuenta en el análisis de estos pacientes, porque hacen al vínculo del analista con el paciente adolescente muy peculiar. Ya que el analista debería ofrecerse como un “objeto maleable”, para que pueda ser “usado” por el adolescente, tal vez “fallando” a su propia manera “creativa” de vincularse con el analista, en ese espacio del “entre” dos, en el cual necesita mantenerse prudencialmente a cierta distancia como para no perderse en el otro y a la vez, intrínsecamente pegado en estado total de dependencia absoluta, en una revivencia de las primeras experiencias con sus vínculos primarios y significativos.

Es así, que E. (una paciente de la Fundación en donde integro el staff de profesionales de la misma) reiteraba en varias sesiones a lo largo del tratamiento, conductas evasivas como el no comunicar sus angustias y conflictos. Y yo la esperaba a la vez que le ofrecía el espacio de confianza y tranquilidad necesarios para que ella desplegara lo que desease hacer, sin ser juzgada ni compelida a nada….

Al mismo tiempo, E., lloraba y me maltrataba con un “¡Ché!!, ¿y qué me mirás vos??!!!, ¿y qué… no me vas a preguntar nada???... ¿Qué, todo lo querés saber… qué me pasa… qué me pasa… y qué, ahora te quedás callada…??!!!”. Y yo, con mucho amor y comprensión la miraba con ternura y con una sonrisa tierna, y le recordaba mi respeto a su decisión o su necesidad de “poner en acto”, con su ira, su enojo y sus lágrimas, tanta angustia, dado que el tratamiento llegaba a su fin.

En su infancia había sido separada de su madre, quedándose a vivir en Paraguay con la tía y abuela maternas que la golpeaban, hasta hace tres años en que su mamá pudo establecerse en un trabajo y la pudo traer para Argentina con ella.

En la escuela, hacía tres años que no la podían integrar al grado por las dificultades serias vinculares que tenía con los docentes y compañeros, por lo que la mantenían en un aula aparte, de “apoyo”, en el que no era apoyada en nada ya que no podían con ella. Así, llegó a la Fundación con dos tratamientos psicológicos que no habían prosperado y la Dirección me la derivó como último recurso, ya que era imposible acceder a esta púber, con la que la madre tampoco podía ni hablar y mucho menos, limitarla.

Al cabo de un año, mediando el tratamiento realizado, E. cambió radicalmente, al punto que a mitad del mismo la incluyeron en el año lectivo institucional y al finalizarlo, se le dio el alta pasando de grado muy satisfactoriamente, de acuerdo con la evaluación escolar.

En el análisis, se sostuvo a E. para que pudiera enfrentarse a las angustias de separación, a los miedos a no ser amada y al temor a la pérdida de lo que tanto procuró defenderse; como así también, a la de transferir el amor a su terapeuta porque sabía que ese proceso de ilusión iba a finalizar en algún momento. Pero como el proceso de desilusión fue haciéndose gradual y progresivamente, pudo ir evolucionando desde una dependencia absoluta (de la que se defendía con el maltrato y la aparente “indiferencia”) hacia la dependencia relativa, en la que pudo despedirse y separarse con un abrazo que duró un tiempo prolongado.

De esta manera, al separarnos, pudo mirarme a los ojos, sonreír y preguntarme si podría venir a saludarme cuando trajera a su hermanito al año próximo, dado que por los profundos y grandes cambios que se operaron en esta adolescente que ahora no solo hace su tarea sola y bien, sino que es muy respetuosa con sus padres, la docente habló a la Fundación para solicitar la posibilidad de que el hermanito fuera atendido por la misma profesional que la atendió a ella. Por supuesto, fue aceptada su petición con la alegría de haber podido ser como un objeto “transicional” en la vida de esta púber que ahora puede desplegar su “Ser” y “poner en Juego” toda su inteligencia y sus capacidades.

 

“Para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no sólo pensar ó desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer”.

        “En el juego y solo en  él, pueden el niño o el adulto crear y usar toda la personalidad, y el individuo descubre su persona solo cuando se muestra creador”.

Donald Winnicot

 

- Bibliografía:

 

- Freud, S. (1912). La Dinámica de la Transferencia. Obras Completas. Tomo XII. Amorrortu, Buenos Aires.

- Kestemberg, E. (1982). Identité et identification chez l’adolescent Psychiat. Enf; 1962, 5,2:441-522.

- Mannoni O., Deluz A.,Gibello B.,Hebrard J. (1984) ¿Es “analizable” la adolescencia? En La crisis de la adolescencia. Ed. Gedisa, Barcelona. 1996.

- Nin, A. (2004). Algunas peculiaridades en el tratamiento psicoanalítico de pacientes adolescentes. Rev. Uruguaya de psicoanálisis.

- Winnicott, D. (1971). Realidad y Juego. Gedisa, Barcelona.

- Winnicott, D. (1958). El proceso de maduración en el niño. Ed. Laia, Barcelona.

 


[1] Lic. en Psicología USAL-Psicoanalista. Lic. en Psicopedagogía Clínica CAECE con Orientación Psicoanalítica. Orientadora Vocacional Clínica. Doctoranda en Psicología com. Psicoanálisis Contemporáneo y/o Lo Disruptivo USAL-APA. Maestranda en Psicoanálisis USAL-APA. Miembro colaborador del Equipo Coordinador Maestría y Doctorado USAL-APA. Miembro Analista en formación-APA. Miembro Staff Profesionales-Fundación Tiempo. Docente Titular Seminario Teoría piagetiana en Posgrado Estimulación Temprana-Fundación Tiempo. Email: adrianamecca@yahoo.com.ar.

 




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