Expositores Valeria Saks APA Conductora del TTB |
Expositores Valeria Saks APA Conductora del TTB |
Propuesta Nro. 004 / Taller de Trabajos Breves
Entre las Diferencias y Diversidades conmovedoras es imprescindible conocer psicoanalíticamente las vicisitudes de los seres que componen el Espectro Autista. Afección frecuente en las últimas décadas, encontrando a los profesionales de la salud mental en continua investigación, para hallar algún método que permita al paciente autista emerger de esa “caparazón” que lo defiende de las inclemencias de la realidad.
Observándose, por ejemplo, que el tratamiento en la actualidad, al pretender incluirlo en las escuelas comunes, lo excluye, desde su dificultad para generar vínculos. Y que los estímulos provenientes del mundo circundante, imposibles de elaborar, lo encierran aún más. Pareciendo que las exigencias escolares llevan a transformar a maestros y profesores en perseguidores, como familiares y amigos con teorías y consejos sobre el adiestramiento de ese niño al que todos “pretenden” educar.
El Trastornos del Espectro Autista, (Tea) provoca en autores de la actualidad la percepción de asistir a una “Era Autistoide”. Manifestando Luisa C. Busch de Ahumada y Jorge Ahumada, especialistas en el tema, que” una epidemia de autismo” invade los consultorios de la psiquiatría pediátrica en el presente.
Complicándose cualquier tratamiento con la escolaridad, al pretender incluir en el aula de la escuela común niños que sin un acompañante terapéutico es imposible integrar, y menos pretender adquieran los conocimientos propios de los planes de estudio en un contexto temporal, desconociendo los sucesos del psiquismo de un alumno tan particular.
Dicho aprendizaje depende en los niños con TEA de múltiples factores que no condicen con las expectativas y los objetivos que dispone la docencia especializada, al ignorar el mecanismo íntimo del autismo.
En el “sin tiempo” de la pulsión la necesidad de descarga se satisface con la desconexión de la realidad y con poco resto para sublimar los conocimientos escolares, que se adquieren en los momentos en que la libido se presta para interesarse por lo que alguien “amable” (que pueda amar) despierte su interés. Los objetos parentales, sobre todo la madre, el padre y cuidadores, al conocer el caso, son indispensables para “aventar” (echar al viento) los “terrores diurnos” en el hecho del aprendizaje. En relación a los educadores que por sus exigencias encarnan arquetipos del pasado, que parecieran ensañarse con la subsistencia del autista. Ideales educativos no acordes a sus personalidades incrementan las dificultades de un aprendizaje escolar por métodos que se consideran superyoicos( de elevada exigencia) para estos casos.
El aprendizaje infantil se sostiene sobre logros de una independencia afectiva que permita una cierta autonomía y una movilidad psíquica que el autismo va incorporando paso a paso en la medida que la realidad deje de ser tenebrosa para su sí mismo. A partir de sus vivencias con los objetos parentales, en los que el infante confíe, que lo distancien de esos amenazadores (imaginarios), de los cuales se defiende con la desconexión.
Y le permita a su tiempo volcar el interés en lo que aprende, excluyendo la confrontación en áreas competitivas propias de condiscípulos de su edad; en la plenitud de la crueldad infantil. En donde vuelve a renacer la necesidad de un encierro autístico, para preservar una indemnidad psíquica frágil y difícil de mantener. Si la infancia se caracteriza por su indefensión y desvalimiento, precisando de la protección parental hasta la adolescencia, los seres con autismo al manejarse con “el apego”, más que con las relaciones de objeto propiamente dicha, evidencian mayor vulnerabilidad.
El autismo es una afección con identidad propia, conteniendo el nombre la característica principal del síndrome: un proceso patológico del” uno mismo”. Y por la diversidad de su tratamiento y del enfoque teórico que evolucionó con el correr de los tiempos, hubo cierta confusión en los ámbitos profesionales. Teorías disímiles caminan contraponiéndose luego de haberse excluido al autismo de la psicosis a la que por años perteneció.
Las características de síntomas como el aislamiento y la dificultad en el contacto afectivo, indujeron a considerarla dentro del campo de la psiquiatría. Pero la evolución madurativa de los pacientes, sus comportamientos, no condicen con la psicosis.
Melanie Klein al describir la posición “esquizo paranoide”, observa en el lactante un primer tiempo autístico natural, por la necesidad de una acomodación a la existencia extrauterina. El psiquismo fetal debe adaptarse a una realidad desconocida luego de treinta y nueve semanas en un ambiente que todo lo proveía. Mientras los susurros y destellos del mundo circundante, impresiones de un afuera totalmente ajeno y peligroso, le pertenecían solamente a la madre. Cubriendo con membranas, con la bolsa de las aguas y con las paredes de su cuerpo a su pequeñito que la completaba.
Escenario que se hace imprescindible destacar porque en el autismo participan tanto el niño como su madre. No al estilo de “madre heladera”, como la describió el psiquiatra Leo Kanner hace más de setenta y cinco años, quien describió por primera vez el cuadro autístico. Desde esa época a hoy hubo una gran evolución en cuanto a su etiología, en especial al excluirse a la madre como la provocadora de semejante aislamiento y carencia libidinal hacia su cría.
Habiéndola separado del origen de tal patología, hoy la ciencia considera al autismo, y a su espectro, como un trastorno neurobiológico de perturbaciones genéticas. En la ausencia de fallas en la transmisión neuronal que impide devolver a la progenitora el cariño y la devoción con la que se acerca al ser que dio a luz. Mientras espera en vano, aunque más no sea un atisbo visual con promesas de reconocimiento pasadas las primeras semanas.
Freud nos da la posibilidad de poder estudiar al Autismo desde la óptica del narcisismo. Y en el capítulo I de” Introducción del Narcisismo” dice:” El término narcisismo proviene de la descripción clínica y fue escogido por P. Näcke en 1899 para designar aquella conducta por la cual el individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual” …
Comentario al principio del texto que nos instala de lleno en el sentir autístico, el infante afectado se conecta con su “sí mismo”, su único objeto; mientras su madre queda afuera y ausente. Y al desconocer cómo llegar a su hijo, se vivencia “abandónica”
Y al finalizar la página explicita: … “Y a la misma conjetura se llegó a partir de las dificultades que ofrecía el trabajo psicoanalítico” … …” El narcisismo en ese sentido no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo” …
El vínculo con el bebé responde “al apego”, motorizado por las pulsiones de autoconservación, más que por el vínculo objetal, que aparecerá más tarde luego de probar que confía en sus progenitores. Cuando a partir de la autoconservación pueda “asirlos” como objetos leales.
Es el “ello” de la segunda tópica freudiana, el que contiene lo “reprimido” (de la neurosis) que proviene de lo que alguna vez fue consciente, conteniendo, además, a todos los yoes anteriores, al mundo pulsional heredado y a lo filogenéticamente adquirido.
El autismo se presentaría como una afección del ello, algo que falló en alguna generación, “injuria pulsional “que provoca esa desconexión neuronal, que se repite como una compulsión, para en cualquier generación resolverla (re elaborarla) en “algún miembro de la descendencia”; en este caso el infante autista. En que el “egoísmo” proveniente de la autoconservación, ordena un “encierro” autístico para preservarse en la vida extrauterina de “arquetipos inconscientes” que al revés de la represión (que una vez fue consciente) pugnan por salir. Una orden, un mandato del pasado, se presentifica en el “ahora” de la reproducción autista, dependiendo cualquier aprendizaje que los educadores le nieguen encarnación a esos “arquetipos” amenazantes… Que cuando le abren las puertas del “colegio integrador”, el infante corra y corra y corra… como una acción que explicita su fuerte rechazo.
De “memorias de la especie” está hecha la pulsión y el niño autista representa en lo actual (su comportamiento)– su necesidad de auto protegerse. Y en las primeras representaciones del cuadro mamá- bebé- “eso” indescifrable que le impide el contacto afectivo con ella. Hasta impedir la lactancia, por tal la recuperación de la misma expresa “su apego” desde las pulsiones de auto conservación. Primero resuelve las necesidades vitales del “hambre”, luego resolverá las “del amor” … al adquirir confianza hacia los progenitores.
La ambivalencia propia de la madre, amor/odio, ante el diagnóstico de TEA, la sumerge en un sentimiento de culpa que la abate, al considerar que su “odio” – representante de la pulsión tanática- es la razón de la desconexión autística. Cuya representación en el soma corresponde a las desconexiones genéticas de las neuronas que perviviendo en la pulsión “memoria de la especie” son las verdaderas causales del TEA
Y olvida la madre que el “apego” representa también al eros de la pulsión de vida, que irá abriendo de a poco ese caparazón autista en su descendiente, por la que empieza a comunicarse primero con ella, el padre y el entorno familiar y desde ahí al exterior. La dirección de dentro hacia afuera es la única posible en la recuperación del autismo…
Bibliografía:
Ahumada Luisa Busch de y Ahumada Jorge.2019.”Contactando con el niño autista”Ed.Biebel.Bs.As
Freud Sigmund. 1914. “Introducción del Narcisismo”. EA. Vol.XIV
Giménez Noble.2021. “El enigma de la reelaboración” Fase decisiva del tratamiento psicoanalítico. Ed. Biebel. Bs.As
Ana María del Pilar Bidondo