Expositores Marizú Areu Crespo APA Autora Vivian Secco APA Conductora del TTB |
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Propuesta Nro. 035 / Taller de Trabajos Breves
INTRODUCCIÓN
1 - En 1914 Freud “introduce” el Narcisismo en su teoría, que, como sabemos, es una teoría pulsional. Lo define como el revestimiento libidinal del egoísmo[1], investidura libidinal indispensable en la constitución del yo y del psiquismo.
Concibe una dualidad en el modo de elección de objeto: en un extremo, la relación de objeto que llamamos “objetal” y la relación de objeto a la que llamamos “narcisista”(o sea, predominantemente así).
La relación objetal sería aquella en la cual el yo se “descentra”, al decir de Green. “La relación narcisista no prescinde del objeto (que es uno de los requisitos de la pulsión), pero el modo en que la libido inviste, es predominantemente desde el propio narcisismo, vale decir, del revestimiento libidinal del egoísmo[2].[3]
Si ”…el enemigo del narcisismo es la realidad del objeto”, cada paciente nos obliga a internarnos en su mundo, a salirnos de nuestro propio narcisismo a fin de acceder al del paciente.
Cuando en 1915 Freud publica Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, se refiere al modo en que el método analítico facilita transferencias; si bien ya había accedido a la noción de ser el narcisismo un modo en que investimos nuestra libido, el trabajo de 1915 parecería referirse al hambre de satisfacción “objetal” con y a través de la persona del analista.
2 – Me interesa preguntarme acerca de la respuesta contratransferencial del analista, cuando el paciente que consulta deposita masivamente lo que Freud llamara la originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos… ”(Freud, pag. 73), vale decir, su yo grandioso, la omnipotencia grandilocuente del paciente. Para Green, sólo el discurso asociativo es analizable (pag.66), tomando en cuenta que “el discurso narrativo-recitativo excluye al objeto”, vale decir, al propio analista. En ese caso, qué se transfiere en el analista, y, más específicamente, la respuesta contratransferencial del propio analista.
2 – EXAGERAR PARA PODER PENSAR
Me acude un recuerdo, cuando, en el Congreso de Boston de 2016, varios analistas de distintos países presentaron la película HER, por cuyo libreto, su autor, un joven Spyke Jonke obtuviera el Oscar del año 2014, por la novedad de mostrar la relación erótica entre un individuo y un Asistente Virtual, vale decir, un producto de programación.
Con quién se relaciona el personaje? Atraviesa un duelo intenso, su mujer lo ha dejado. En el asistente virtual, le aparece la caricia de una voz que está destinada a él (o al menos así lo vive). La asistencia recorre, desde la actualidad del personaje, todos los momentos de su carencia. Así organiza su agenda, le recuerda sus compromisos, se vuelve un auxiliar indispensable en la vida del solitario Theodore Twombly.[4]
El resto es imaginable: el deslumbramiento de Theodore, la investidura erótica de la voz que representa a la mujer que lo asiste , y luego, el inevitable desengaño cuando se enfrenta a la realidad, de una programación que lo toma a él como uno de tantos objetos posibles, con lo que se reitera la repetición: otra vez queda solo.
En su relación con el asistente virtual, no se activa en él algo erótico? Qué es sino la necesidad de amar? Acaso el objeto virtual no representa un objeto arcaico? Y si así fuera, darle una voz, no es ya darle estatuto de objeto?[5]
Porqué traigo este recuerdo?
Porque en las varias reuniones que se generaron motivadas por la exhibición del film, invariablemente afloraba la pregunta: qué significa ese vínculo en la vida del protagonista? Distintas voces se alzaban desde la desconfianza respecto de los sistemas electrónicos y la posibilidad de afectar la salud de la población, hasta el reconocimiento de un oasis en la vida del protagonista -casi a la manera de un sueño- que le permite reconectarse con sus propias ganas de amar.
Y allí recordamos a Kohut, para quien la expectativa de curación estaría asociada, no con la búsqueda de la pretendida relación “objetal”, sino con la posibilidad de que las elecciones narcisistas sean más adecuadas y más enriquecedoras para la persona, alejándose de la repetición.
VOLVAMOS A FREUD
“Objects, like words, are there for us to express ourselves”
(los objetos, como las palabras, están alli para permitir que nos expresemos)Bollas, 1992: 36
El film dispara respuestas contratransferenciales en un público de psicoanalistas. Hay acuerdo sobre algún punto: no sería una experiencia elaborativa.
Otros puntos abren a la discusión. Y si a través de la experiencia Theodore se pone en contacto con sus ganas de amar y su disposición libidinal a investir un objeto? Ah! Pero no es un objeto “del mundo real”. Y un libro? Y la teoría psicoanalítica? Y un cuadro de Van Gogh?
En estos intercambios se advertía la contratransferencia narcisista de cada uno de nosotros, analistas. Lo que cada uno de nosotros podía o no tolerar, en un esfuerzo de “descentrarse” de los propios pensamientos, del propio carácter, de las propias elecciones.
Llevado esto al consultorio, cuál es la respuesta del analista frente al paciente que, como Theodore, nos muestra su dolor, y básicamente, su narcisismo dañado. Y nos convoca en nuestro propio narcisismo, que queremos suponer elaborado.
UNA VIÑETA
Silvia, la conocí hace 30 años. Me pide una entrevista.
Entra, nos saludamos, y con un suspiro me dice:
Ah! Me mató tu portero… llegué temprano, y me ofreció que esperara en el hall de entrada. Y me dice: no se aflija, si le cuesta levantarse del sillón yo la ayudo, estos sillones son muy bajos ( suspira, sacude la cabeza)
Se sienta frente a mí, y comienza un discurso grandioso, pleno de ideas melagomaníacas, que incluyen su conocimiento de los astros, de la filosofía, de la cabalá, de sus conversaciones con un chaman… Si intentara interpretarle, se activaría en la paciente lo que Repetto llama “una disposición latente hacia la disolución de las interpretaciones explicitadas por el analista”
Es una versión cotidiana de Theodore. Como él, los objetos la han abandonado, está sola, se siente sola, y defensivamente, el discurso omnipotente se instala.
La analista la escucha, respetuosamente, porque tiene que haber mucho dolor para haber generado ese discurso.
Qué busca en esta entrevista? En primer lugar, mostrarme como está, y también que respete su dolor y que acceda a acompañarla en reconstruír un yo escindido, producto de duelos sin elaboración, de un sesgo melancólico que acompaña a la pérdida de la juventud, de oportunidades, de futuro. Pero por sobre todas las cosas me está preguntando, -sin hacerlo-, si yo me la puedo bancar.
Y la verdad es que no sé.
Vienen a mi mente las palabras de Green, cuando aborda el problema de la transferencia narcisista desde el ángulo discursivo, y dice que “… el discurso (del paciente) rechaza (será licito decir que reprime?) la presencia del analista, objeto que se percibe como invasor. “(pag. 65), y, en la medida que rechaza, se dota de un escudo protector. Si ”…el enemigo del narcisismo es la realidad del objeto”, cualquier interpretación podría ser sentida “desde la vereda de enfrente”. Le propongo que tengamos otras entrevistas. Accede.
Intuyo su expectativa. Y recuerdo nuevamente a Green cuando dice que en estos casos, “…al deseo de cambio invocado en la demanda de análisis, antes que este comience, se opone una fidelidad a sí mismo, guardiana del narcisismo…”(pag. 67), porque es un camino demasiado incierto la apertura al objeto.
Se va y reflexiono. La paciente perteneció en un momento a un grupo que compartimos, hace años, y así espeja en mí a las que éramos ella y yo en ese momento.
Las triquiñuelas vienen rápido a mi mente: extrema carencia, pérdida del sentido de realidad, deliria ocasional, con conservación de ciertos rasgos de su personalidad agradable, que permanecen. Sí, puedo pensar en mecanismos primitivos de defensa, en que necesito hablar con su psiquiatra, puedo pensar muchas cosas. Pero son intelectualizaciones.
Lo cierto es que ha dado en un punto narcisista mío. Las preguntas que ella se hace, me son ajenas? La que me hubiera gustado ser, lo que me falta frente a un ideal siempre esquivo.[6]
Sí, así me aparecía mi contratransferencia, como una atracción y repulsa al mismo tiempo a internarme en ese laberinto de los 30 años en que dejamos de vernos. Cómo nos habíamos visto en ese momento, y ahora, 30 años después, cuál era el balance. Verla como lo que nos aunaba, y como lo que teníamos de distinto. Y en el proceso decidir si podía poner en ella la apuesta pulsional que, tal como dice Marucco, es el gestor del proceso o del cambio del paciente.
Presentada la viñeta, volvamos a nuestra profesión de analista.
Si la contratransferencia es la respuesta del analista a la transferencia del analizado, tenemos que aceptar que hay pacientes que requieren de nosotros un esfuerzo mucho mayor que otros. Y no por su patología. Sino además de eso. Porque nuestro narcisismo se ha refugiado en nuestros logros, en nuestras comodidades. La asimetría de la sesión aparece a nuestro favor, pero la honestidad nos lleva a reconocer lo siguiente: una cosa es Theodore, o un paciente en quien reconocemos un fuerte sesgo narcisista, y otra muy distinta cuando el paciente toca un punto narcisista del propio analista. Por eso, es imprescindible el análisis del analista. Porque el paciente despierta algo que estaba más seguro lejos de la conciencia.
BIBLIOGRAFIA
Bollas, C. (1992) Being a Character (psychoanalysis of Self Experience). Londres: Edit. Routledge,
FREUD, S – Introducción del narcisismo (1914). Tomo XIV, Obras completas.
GREEN, A – Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. (1983) Amorrortu, Buenos Aires, 2005.
KOHUT, H – How does analysis cure?, 1984, The University of Chicago Press.
REPETTO, J.B. –( 1988) Vicisitudes de la transferencia narcisista, presentado en Centro de consulta médica Weizsaecker en abril 1988.
SAVATER, F – Etica como amor propio, 1988, Mondadori, España.
[1] Dice Savater que el término egoísmo soporta el sanbenito de la asocialidad, olvidando que el yo, la existencia individual es una noción socialmente instituída, y que es la comunidad social la que ha permitido la emergencia del yo individual (pag. 28).
[2] Egoísmo es una palabra relativamente reciente, “recién empieza a usarse en 1718, utilizada por Wolff para designar “una rarísima secta”aparecida no hace mucho en París, …manteniendo que sólo yo existo y todo lo demás forma parte de mi sueño “(Savater, pag. 37).
[3] Freud atribuye al varón la plena investidura de objeto, vale decir, el amor objetal, y subraya el sesgo narcisista de la mujer. Daría para pensar que en la mujer, al albergar cromosomas que no son los propios y a posibilitar su despliegue, se daría una conjunción de “descentramiento” que el varón no conoce, aún dentro de un fin “narcisista” como es el de conseguir lo que le falta para la concepción del niño.
[4] Theodore (nombre de origen griego que significa “don de Dios”) se apellida Twombly. Término que puede descomponerse en dos aspectos: por un lado, two, vale decir, “dos”, por otro, wombly. Si womb es útero, y el sufijo ly indica “modalidad”, podemos pensar que wombly alude a un modo uterino, a un modo prenatal. Me pregunto si el autor -a través de la elección del nombre – nos indica un anhelo de Theodore; acceder a un vínculo (two) ) al estilo de una relación prenatal.
[5] Si la PC como objeto define al mundo de hoy, parecería que Jonze se quiere referir a un cierto modo de comportamiento psíquico que toma a la computadora como objeto, y que, al hacerlo, nos muestra la potencialidad de transformar nuestra manera de relacionarnos o de no relacionarnos con los objetos “reales”, los objetos del mundo exterior.
[6] Cuenta Savater que al “viejo Francois Mauriac un periodista le preguntó quién hubiera deseado ser, en lugar del ilustre escritor y premio Nobel que era: “Moi même, mais réussi”. (pag.27)