Algunas reflexiones sobre cómo escuchar los casos de migración. El analista entre la escucha y la comprensión


Algunas reflexiones sobre cómo escuchar los casos de migración. El analista entre la escucha y la comprensión

 

Expositores
Silvia Leguizamón
APA-Italia

Autora
Claudia Tapia
APA

Conductora del TTB

 

Expositores
Silvia Leguizamón
APA-Italia

Autora
Claudia Tapia
APA

Conductora del TTB

 

Propuesta Nro. 037 / Taller de Trabajos Breves

jueves 09 de noviembre / 15,00

14:00 NY / 13:00 PE, EC / 12:00 MX / 18:00 POR / 19:00 SP, IT

Sala 305/306 (3° piso) / Zoom y Presencial

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Presenta/n: Silvia Elena Leguizamón (APA).
Conduce/n: Claudia Tapia



Resumen

La autora propone pensar a las alteraciones de la escucha en el momento en el cual el analista enfrente pacientes con historias altamente traumáticas como con los migrantes. para ello se vale de autores como Vinar, Bleger, Mudimbe. Propone pensar en los cambios y las diferencias culturales que una migración implica. la violencia de sus paises de origen resignificada en el país de ingreso. Permitir la escisión y la depositación de lo intolerable en el silencio de la sesión y en el encuadre.






Trabajo/Idea completa

Me parece importante tomar en consideración las dificultades del analista al enfrentar, cada vez con mayor frecuencia, migraciones a causa de situaciones traumáticas graves. Ello nos plantea, en particular modo, cómo la escucha psicoanalítica debe ponerse a disposición del paciente y no a disposición de la “necesidad de representar[1]” del analista, o sea como evitar que una situación altamente traumática pueda bloquear las capacidades analíticas de quién escucha dichas historias. Nuestra tarea como psicoanalistas es la de no perder nuestra capacidad de pensar psicoanalíticamente a través de nuestra escucha, dejando espacio a “lo nuevo que el paciente” nos presenta. Escuchar la historia del paciente, la que él nos cuenta y nos trae, reflexionar y comprende las configuraciones familiares y culturales de cada uno, sin preconcepto ni teorías adquiridas precedentemente, para poder desarrollar nuestra función analítica en cada caso.

          En esta oportunidad quiero presentar en primer lugar un marco teórico en el cual trabajo y reelaboro las opiniones de conocidos autores que han escrito sobre la temática, para luego presentar mi propia experiencia a través de un caso clínico del servicio en el cual trabajo como supervisora externa, un centro Devereux, un grupo de trabajo multidisciplinario dentro del Centro de Salud Mental “Lo Scalo” de Bologna.        

En esta oportunidad quiero contar el resultado de mi propia experiencia como supervisora externa, un centro Devereux, un grupo de trabajo multidisciplinario dentro del Centro de Salud Mental “Lo Scalo” de Bologna. Se trata de un caso trabajado en el servicio (no en psicoterapia), con la intervención de operadores sanitarios, psiquiatras y antropólogos que siguen a los pacientes que pueden asilo político en su intención de instalarse y vivir en Italia.

En su artículo “Especialidad de la tortura como trauma. El desierto humano cuando las palabras se extinguen[2]” (2005) Viñar nos da una idea de cómo la experiencia traumática crea un espacio inaccesible e irrepresentable que encierra el horror desorganizante de la desinvestidura de la experiencia humana en el encuentro con el otro. Tratar de llevar la vivencia traumática a la representabilidad es una tarea compleja cuando dicha situación traumática actual ha sido la desencadenante de la desintegración psíquica, cuando lo tolerable de la vida cotidiana deviene intolerable en la transformación desorganizante de derrumbe incita en la experiencia traumática misma. Motivo por el cual mi hipótesis de trabajo es permitir que lo intolerable del psiquismo encuentre un lugar en la sesión y en el analista, en su mente, donde pueda depositar lo intolerable a través e sus silencios, lo que no cuenta, para recuperar los restos libidinales aún disponible, y permitir el requilibrios psicosomáticos y los reajustes identitarios[3] que le permitan mínimamente reconocer una realidad cotidiana de la cual aferrarse para continuar el trabajo analítico, dando lugar a la restitución lenta y cauta del material depositado, en la medida que el paciente adquiera cierto nivel de autonomía en la vida diaria, lo que implica un manejo yoico de la realidad externa, suficiente para un trabajo analítico. El exceso que surge previo a la adquisición del equilibrio psicosomático genera una invasión de pulsión de muerte, un desborde que recae sobre núcleos melancólicos, en el cuerpo o en el acto, dependiendo de la estructura previa del paciente, que lo llevan a trastornos somáticos o actuaciones severas como el suicidio, la adicción o actos graves de violencia.

Esto lleva, no solo a que quien escucha dichos relatos tienda a negar, banalizar o desmentir la veracidad de las experiencias ajenas sino también al analista a defenderse detrás de las teorías, de las fantasías histéricas o de la sexualidad infantil y sus deformaciones para defenderse de la escucha traumática de los relatos. O de la escucha pasiva desinvestida que neutraliza el exceso mortífero de los relatos desvitalizando la tarea. El exceso tiende a bloquear la posibilidad de registro. Este es un riesgo que no solamente puede alejar el entorno del paciente del sufrimiento del cual él es portador, sino que crea una brecha profunda entre analista y paciente que nubla la mente del analista al punto de bloquear de su función analítica de escucha.   

En general, se trata de un paciente que viven en medio de la guerra civil, en el horror de las guerras intertribales llenas de violencia, odio y venganza. Podemos pensar como una forma de violencia extrema es resignificada après-coup en el marco de la nueva cultura que recibe al individuo. Lo cual hace surgir nuevas culpas, vergüenzas, junto al deseo de recuperar viejos recuerdo desde la nostalgia del pasado y la necesidad de olvidar movido por la realidad de su nueva morada.

          Isidoro Berenstein[4] (2000, p. 257) en “Notas sobre la violencia” nos dice: “El mal puede ser caracterizado como el efecto de la acción de despojo y destitución del carácter humano de otro considerado ajeno por medio de procedimientos humanos de deshumanización como ser la tortura, el maltrato y el exterminio llevado hasta la aniquilación del otro sujeto, no sin la abolición de todo tipo de identificación con quien se llama “la víctima” (Berenstein, 2000, p. 262-264).

          Los procesos de deshumanización se instalaron en la cultura y son parte de la cotidianeidad del individuo, pero lo que es cotidiano en África deviene violencia y vergüenza en Europa. A la situación traumática se le agrega en el après-coup la resignificación de la propia vida en un contexto diferente. Un paciente africano me decía: “Todos me preguntaban quién es tu madre, quién es tu madre, y desde ese momento supe que esa mujer era mi madre, yo ya la conocía, desde siempre”. Como analista, tratamos de hacernos una idea de la vida, de la familia y del entorno de nuestros pacientes, pero en caso de migrantes, inevitablemente uno se plantea, que preguntas hacerse y cuales formular a través de nuestras intervenciones con los pacientes. Qué esquemas de referencia teóricos nos permiten comprender a ese paciente, cómo escucharlo, cuando la cultura y lo transgeneracional son de una pregnancia notable y a la vez desconocida.

Valentín Mudimbe en su libro “La invención de África” nos dice: “(…) si en el plano cultural y religioso, por medio de la escuela, la iglesia, la prensa y los medios de comunicación audiovisuales, la empresa colonizadora difundió nuevos comportamientos que representaban modelos contradictorios y extremadamente complejos en términos de cultura, de valores espirituales y de su transmisión, la cual también transgredió los esquemas culturales homogéneos e integrados desde un punto de vista religioso de la mayor parte de las tradiciones africanas. Desde allí en adelante las formas y las formulaciones de la cultura colonial y sus objetivos devienen los medios a través de los cuales la entera modalidad tradicional y su cuadro espiritual se degradan. La transformación potencial y necesaria hacen que la mera presencia de la nueva cultura se constituya en una nueva razón para la marginación de los que no logran adaptarse en medio de la confusión[5]”. (p. 26)

          La marginalidad designa un espacio intermedio entre las dos culturas que llevan a la progresiva desintegración de las estructuras familiares, al analfabetismo, a la desigualdad social y económica y a regímenes dictatoriales bajo la forma de democracia, etc. Esto es lo que nos dice Mudimbe y el contexto cultural de origen que modeló la vida de los migrantes, y que seguramente, por diversos motivos deja allá lejos, en África, escindido de su realidad europea y de su cotidianeidad. Permitir la escisión y la depositación de lo intolerable en el silencio de la sesión y en el encuadre (Bleger[6], 1967) da lugar al espacio vital donde recobrar el presente en el encuentro.

 

Bibliografía:

Berenstein, I.: (2000) Notas sobre la violencia. Psicoanálisis, Revista de APdeBA. N° 2, 2000. (p. 257).

Leguizamón, S.: (2007) La contratransferencia frente a “lo intolerable” en situaciones traumáticas severas. El Caso Omar. Revista de Psicoanálisis, N° 2, 2007.

Mudimbe, V.: (1988) L’Invenzione del Africa”, Meltemi editore, Roma, 2007. (p. 26)

 


Rolland, J-C.: (1998) Compulsion de répétition. Compulsion de représentation. En Guérir du mal d’aimer. Editions Gallimard, Paris, 1998 (p. 201-258).

[2] Viñar, M.: (2005) The specific of torture as trauma: The human wilderness when words fail. International Journal of Psychoanalysis. Vol, 86, 2005. (p. 311-333) Especificidad de la tortura como trauma. El desierto humano cuando las palabras se extinguen. Psicoanálisis APdeBA. Vol. XXVII. N° 1 / 2. 2005. (p. 121)

[3] Leguizamón, S.: (2007) La contratransferencia frente a “lo intolerable” en situaciones traumáticas severas. El Caso Omar. Revista de Psicoanálisis, N° 2, 2007.

[4] Berenstein, I.: (2000) Notas sobre la violencia. Psicoanálisis, Revista de APdeBA. N° 2, 2000. (p. 257).

[5] Mudimbe, V.: (1988) L’Invenzione del Africa”, Meltemi editore, Roma, 2007. (p. 26) La traducción es mía.

[6] Bleger, J.: (1967) Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico. En Simbiosis y ambigüedad: Estudio psicoanalítico, Paidós Editores, Buenos Aires, Barcelona, México. 1989. (p. 237-250). Los pacientes depositan sus núcleos psicóticos en el encuadre y permanecen mudos hasta que el encuadre se rompe.




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