Capitalismo libidinal y con/fusión de redes




Capitalismo libidinal y con/fusión de redes


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Propuesta N° 078

martes 01 de noviembre / 19,00

18:00 NY / 17:00 PE, EC / 16:00 MX / 22:00 POR / 23:00 SP, IT

Sala 305/306 (3° piso) / Zoom y Presencial

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Presenta/n: Juan Pinetta (APA).
Conducción:
Coordinación:



Resumen

Trama y sentido nos convoca a preguntarnos qué tramas, qué sentidos, se sostienen en las penumbras de los enlaces libidinales entre el sujeto y los diversos otr@s cuyas miradas sostienen la integridad del ser. Pandemia mediante, la profundización de la inter/mediación tecnológica vuelve a interrogarnos






Ampliación/Descripción

Trama y sentido nos convoca a preguntarnos qué tramas, qué sentidos, se sostienen en las penumbras de los enlaces libidinales entre el sujeto y los diversos otr@s cuyas miradas sostienen la integridad del ser. Pandemia mediante, la profundización de la inter/mediación tecnológica vuelve a interrogarnos.

 

La pandemia puso en su justo relieve la importancia del encuentro del sujeto con aquellos otros, quienes espejan garantías de pertenencia a una red libidinal que ayuda a mantener integridad y sostén del yo.

Con un mundo interno habitado por vivas representaciones de aquellas inscripciones primarias satisfactorias, devenidas estables redes libidinales, simbólicas, con apertura al deseo, hay quienes no precisan la concretud de estas presencias.

Otros, sí; precisan de una nutrición in/mediata de la mirada del otro a manera de sostén ortopédico de su yo para evitar caer en un vacío del ser, desesperación,  angustia o una profunda depresión.

Estas miradas constituyen un capital libidinal provisto por aquellos agentes primarios de los inicios de la vida, frente a los cuales se irán edificando diferentes tipos de relaciones.

Padres primero, y luego todos los dispositivos socializadores que,  allende lo escolar, incluyen hoy lo digital, a modo de capitalistas colonizadores, quienes tendrán su contraprestación (en el psiquismo del S) en su rol de socios. 

Veamos un poco: un emergente notorio en pandemia fueron las transgresiones a las restricciones de encuentros sociales con el fin de huir de la angustia del encierro, pareciendo primar aquí el detener la muerte psíquica antes que la física. 

Esto hace que debamos ser cautelosos en calificar irreflexivamente estas transgresiones como simples violaciones a la ley, entendiéndolas en cambio como resistencias, defensas, frente a estados de angustia.

En este contexto, adquiere relevancia reconocer la necesidad de un otro como parte de la economía libidinal, lo que incluye cierta alienación al otro en el cual se deposita la posibilidad de ser… para un otro. Un otro que aporta capital.

Estas resistencias al Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, en muchos casos mediando el cuidado de sí y del otro, sin caer en estados maníacos de negación y omnipotencia, parecieron intentar recuperar aquella “tecnología” de lo humano que es el cuerpo y el lenguaje no mediatizado por un otro tecno/digital.

Sabemos que el bebé precisa de la asistencia (handling y holding) de un otro que acompañe en presencia, ausencia, presencia, y que si esto no se produce podría establecerse una voracidad libidinal que hará síntoma por diversos caminos durante el resto de la vida. 

Donde no se creó una trama estable, habrá la necesidad de una reparación ortopédica mediante la incorporación a otras redes, en algunas de las cuales el sujeto será integrado pero siempre con el peligro inminente de expulsión.

La pandemia puso en evidencia la importancia de la tecnología como soporte a través de los cuales se pudieron continuar innumerables actividades y encuentros, aunque no fue suficiente para evitar el dolor de la reclusión de los llamados grupos de riesgo, aun con la posibilidad de conectarse vía redes con sus familiares.

También exacerbó los terrores y los miedos que habitan algunas estructuras, a lo cual podríamos sumar la contribución de la amplificación emocional a partir de informaciones y noticias de las mass-media con sus efectos especiales.

Los más jóvenes fueron los más propensos a romper la cuarentena absoluta, al igual que muchos adultos, buscando así re-establecer redes humanas, lazos sociales, en momentos vitales de desasimiento de lazos endogámicos.

A la vez, la pandemia mostró lo que había bajo la alfombra de la cotidianeidad por la que el mundo transitaba velozmente, corriéndose el velo de la condición de un mundo cada vez más digitalizado.

Es en este punto donde me interesa realizar una articulación entre algunos emergentes de la pandemia en relación a lo que podría llamarse capitalismo libidinal salvaje.

Pensando en tendencias, habría una tensión entre el pasaje de una red, una trama humana, autónoma, a una trama en expansión, no humana y a la que se tributa dependencia, en una con/fusión de redes en la que impera un mundo lleno de likes y APPs que permiten mantener una imagen joven y umbilical… dentro de las redes. 

En este sentido, subrayo el carácter vincular del sujeto frente a sus primeros modelos identificatorios, mediante el cual los agentes primarios imprimen, transmiten, una regulación de la modulación libidinal. 

Una transmisión que empodera o que -por el contrario- produce falta de autonomía. La transmisión de cultura implica la capacidad donar aparato psíquico para producir representaciones simbólicas frente al paso del tiempo y sus consecuencias en el cuerpo, la muerte, la sexualidad… la castración.

En este sentido, hoy pareciera primar una debilitación de los lazos de transmisión, del ejercicio de la “función límite” provista por una terceridad que provee recursos productivos simbólicos frente al empuje fusional, lo que sirve para evitar el re-engolfamiento que ha sido una vez necesario. 

Huérfanos de delimitaciones que habilitarán el pasaje hacia la vida adulta, con la aceptación de límites, definición de espacios y capacidad crítica de cuestionar, se deja el campo abierto a la aparición de aquellos dispositivos sustitutos y calmantes que obturan angustias en forma transitoria.

Es aquí cuando adquiere peso el concepto de “capitalismo libidinal”, como un poder que seduce subjetividades, ofreciendo identidades que semblantean singularidad exclusiva, libertad, reconocimiento y pertenencia, en guiones preestablecidos de consumo dirigidas al deseo… a un más allá del deseo. 

Ya Bauman había alertado, décadas atrás, sobre cómo la regulación libidinal había sido sustraída de los padres, ahora mostrados como potenciales amenazas abusadoras de sus propios hijos (hay que proteger a los hijos de los padres), apuntando a quebrar el vínculo intergeneracional estable, a la vez que empezaron a “producirse” padres laissez-faire, aquellos que dejaron de poner límites a sus hijos por temor a perder el amor de estos.

Aparece el hijo como el doble del adulto que no puede donar el límite a la demanda pulsional. Se impone el “no molestar” y no trabajar en erigir diques, siendo a veces una de las consecuencias la deriva digital que devuelve a los niños a un estado autoerótico de pura descarga.

Algunas décadas atrás se anunciaba la aparición y la influencia de los parafamiliares mediáticos en la vida cotidiana: eran aquellos personajes que se presentaban en el televisor colocado en la cabecera de la mesa, en desayuno, almuerzo, merienda y cena, pasándose a hablar de ellos como si fueran… verdaderos integrantes de la familia. 

Con los dispositivos casi incrustados en los cuerpos, que funcionan como elementos altamente adictivos frente a los cuales resulta difícil ejercer un corte, hoy ya no podemos hablar de lo parafamiliar, sino de lo fusionado.

No es el dispositivo lo problemático, sino lo discursivo y vital que emana de ello, en términos de producción de subjetividades. Simplemente sucede. Es algo que se reproduce, aunque también a partir de planificaciones de seducción.

Hay un observable que indica que los adultos se corrieron de su responsabilidad de entramar una red intergeneracional o, para decirlo mejor –ya que no se trata de culpabilizar- fueron puestos en dificultades. Hoy cada integrante de la familia está cada vez más enfrascado en su propio dispositivo tecnológico.  

Esto llevaría a que el superyó cultural de hoy induzca al sujeto a ser objeto de la influencia de un otro de quién es imposible desasirse, pues hacerlo implica romper un vínculo que se ha vuelto vital.

En este sentido serían relaciones decantadas de lo que podrían llamarse “maternantes tecnológicos.

Recordemos que para Freud “la comunidad plasma un superyó, bajo cuyo influjo se consuma el desarrollo de la cultura [...] tiene un origen semejante al de un individuo” (Freud, S.; 1930; pág. 136,137).

Siguiendo esta línea, podríamos preguntarnos si ha caído la efectividad de la eficacia simbólica que proveía el superyó cultural, debido a la ausencia de referentes transmisores que doten de esperanza y recompensa a la travesía evolutiva de la vida (Freud, S., 1939, en Moisés y la religión monoteísta).

Así como las guerras mundiales produjeron secuelas en el mundo psíquico de los niños, hoy vivimos un estado de conmoción, que es la pérdida de cierto entramado de proyecto de cara a un futuro incierto en diferentes planos, no sólo de sentido, sino económico y de supervivencia de la especie, donde se resta capacidad mental a los padres en la regulación y modulación pulsional, libidinal, identificatoria de los hijos, quedando estos a expensas de otros “proveedores” que producen ideales epocales.

En este sentido, la política del psicoanálisis es una particular acción que tiene como objetivo ayudar a poner en evidencia aquello por lo cual el sujeto es gozado en su economía libidinal, tras lo cual quizás se decida cambiar algo.

En el Esquema del Psicoanálisis Freud señaló que el analista puede funcionar como educador, modelo, como portador e impresor de superyó, que en este caso debería ser el de la donación de capacidad de pensar, de conocerse, de tener mayor dominio sobre sí en relación a las exigencias del Ello y del mundo.

Paréntesis mediante, en términos de políticas e intentando establecer un puente entre lo social y lo individual, vale rescatar una aseveración del psicoanalista Otto Kernberg (2020), para quién las ausencias de políticas públicas para proveer soluciones a las frustraciones poblacionales producen una mayor presencia de trastornos de la personalidad.

Justamente, proveer soluciones es crear redes, lazos más humanos, poniendo en cuestionamiento lo dado y subvirtiendo sus modalidades de existencia ofrecidas acríticamente.

Para finalizar, convierto en pregunta una afirmación del escritor español Torres Blandina: ¿Es que estaríamos frente a “una generación adánica, colonos de un mundo nuevo digital donde han levantado una cultura sin canon ni tradición. Ellos, jóvenes deseosos de estímulos, se consumieron a sí mismos porque apenas tenían otra cosa con la que alimentarse. El mundo digital en el que se mueven desde recién nacidos, su hábitat natural, es un lugar con pocos referentes adultos”?

 

 

Bibliografía

Bauman, Z. y Dessal, G. (2014). El retorno del péndulo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

Freud, S. (1939). Moises y la religión monoteista. En Obras Completas, Volumen XXIII. Amorrortu Editores. Buenos Aires

------- (1930 [1929]). El malestar en la cultura. En Obras Completas, Volumen XXI. Amorrortu Editores. Buenos Aires

------- (1940 [1938]). Esquema del psicoanálisis. En Obras Completas, Volumen XXIII. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Giberti, E. (1994). La familia y los modelos empíricos. En: Wainerman, C., Vivir en familia. UNICEF/Losada. Buenos Aires.

Kernberg, Otto (2020). Entrevista. En diario El Mercurio. Chile. Extractado en octubre de 2020 de http://gda.com/detalle-de-la-noticia/?article=4144759 

Lipovetsky, Gilles (1990). El imperio de lo efímero. Editorial Anagrama. Barcelona.

Lyotard, J. F. (1979). Economía libidinal. Ed.Saltés. España.

Simon, N. M.; Saxe, G.N; Marmar, Ch. (2020). Mental Health Disorders Related to COVID-19–Related Deaths. Extractado en noviembre de 2020 de JAMA, https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2771763




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