Propuesta N 039
Palabras clave: Moisés y la religión monoteísta, antisemitismo, culpa primordial
Abstract
Al escribir Moisés y la religión monoteísta, Freud analizaba el mito del Moisés bíblico en un intento de desarmar la bomba del antisemitismo, abocado a la exterminación. Paradójicamente, hacerlo le obligaba a ofender a la Iglesia, única oposición a Hitler. Lo escribió igual, y esperó el momento propicio para difundirlo. Eligió actuar de la mejor manera: aplicó el método científico a un problema cultural. De su padre aprendió la prudencia, pero rechazó la inacción. No podía quedarse en silencio ante el exterminio masivo que estaba sucediendo a la vista de un mundo pasivo.
Introducción
Mi hipótesis es que Freud escribió Moisés y la religión monoteísta con un propósito heroicamente inalcanzable. Apuntaba a desarmar el prejuicio endémico contra los judíos. Les relato las circunstancias personales que le impelieron a terminar el proyecto.
Freud contra los nazis
En el peor día de su vida, Freud apenas pudo soportar las cinco horas de angustia, que pasó caminando por el salón de Berggasse, fumando incesantemente (P. Gay, 1988, p. 625). Anna estaba bajo arresto y detenida en el cuartel general de la Gestapo. Este padre recatado sentía un amor tan profundo por esta hija que lo pudo confesar sólo a su médico confidente: “El destino ha sido bueno conmigo al ofrecerme una relación con una mujer como ella – me refiero a Anna, por supuesto (Gay, 1988, p. 650).”
Frente a los ataques anti-semitas brutales contra sus colegas, imprenta y editorial, libros, y también su familia, Freud estaba exasperado y amordazado. Ya en 1935 había empezado a escribir su última gran obra, Moisés y la religión monoteísta, en parte como una continuación de un trabajo anterior, Tótem y Tabú. Lo novedoso era la refutación del origen hebreo del Moisés bíblico.
En 1937, escribió una segunda parte que sigue la misma línea, agregando el mito de Edipo. Acto seguido, lo guarda en un cajón. Sabía que su visión científica de la religión ofendería a la Iglesia Católica, el último bastión de defensa de los vieneses contra los nazis. Pero en 1938, dos semanas después de llegar a Londres, empezó a escribir la tercera sección. Le pidió a Ernest Jones que lo tradujera inmediatamente al inglés, impaciente ante el plazo de Jones de seis meses. Estaba mortalmente enfermo, un testigo impotente de los horrores del implacable avance nazi. La única arma frente a la maquinaria nefasta del exterminio sería la difusión de un texto científico que cercenara las raíces de un prejuicio histórico contra los judíos. Investigar y escribir científicamente era su manera preferida de actuar.
Actuar para sobrevivir
Era precisamente la inacción lo que definía el Zeitgeist de los principales líderes del mundo. Por temor, indiferencia, o motivos inconfesables, los aliados evitaban entrar en una guerra contra Alemania. Ya le habían otorgado una larga serie de concesiones a Hitler, notablemente en la vergonzosa reunión en Evian. Sabían muy bien lo que padecían los judíos, pero no hicieron nada, ni siquiera después de haber entrado en el conflicto bélico. Por ejemplo, se negaron a bombardear las vías de los trenes que llevaban a millones de judíos, gitanos, homosexuales, y discapacitados a los campos de concentración y exterminio.
Freud se había indignado ya en su niñez por un episodio de inacción frente a una agresión antisemita. Cuando un transeúnte le arrojó el sombrero de Jacob Freud a la calzada, éste, hombre prudente, lo levantó y siguió su camino sin reaccionar. Sin accionar.
Cuando murió este padre, aquella experiencia emergió en un sueño. Aparecía en el velorio del padre un cartel que decía: “Favor de cerrar los ojos”. Me pregunto: ¿los ojos de quién debía cerrar? Como los personajes del sueño representan aspectos del yo, está claro que eran los ojos de Freud. Debía cerrar los ojos para no ver un aspecto de su propio yo: el padre internalizado. El padre de la inacción, entre otras decepciones infantiles que tal vez le dolieran al yo de Freud.
Según A. Garma (1943), el sueño narra un deseo frustrado, un engaño cruel del superyó: el que sueña que desea “cerrar los ojos” no lo puede hacer. El cartel le recuerda que cerrar los ojos de su padre muerto es un mandato imposible. El superyó le acusa de haber heredado el defecto de su padre.
Freud no olvidó este sueño de la acción imposible. En 1938, despierto y profundamente alterado ante el genocidio antisemita, tácitamente aceptado por la cultura occidental, Freud actuó a través de la escritura. Su libro nombra los motivos milenarios del odio: la envidia provocado por ser los judíos el pueblo elegido del Padre; la creencia de que los judíos lo hayan matado a Jesús; la capacidad de los judíos de sobrevivir tantos y tan feroces ataques.
La cuestión de la culpa
También analizaba los intensos celos de los cristianos porque era judío Moisés, el hombre elegido por ese “Dios Padre” para transmitir las leyes divinas. Sobre este punto, Freud vuelve a Tótem y Tabú y su original formulación sobre la fundación de la cultura: el asesinato del padre de la horda primitiva por sus hijos, la alianza fraterna, y la culpa colectiva. Introduce la idea del asesinato de Moisés por los hebreos liberados, una repetición del asesinato del padre de la horda. Agrega que el mito de Edipo y las fantasías infantiles también repiten los mismos escenarios de matanza del padre y de la culpa.
Con esta perspectiva, Freud desplaza la culpa atribuida a los judíos a un evento prehistórico, desvinculado de ellos. Muestra además que el papel de pueblo elegido les convirtió en víctimas de las culturas circundantes. La justificada admiración por sus logros en la vida cultural agrega leña al odio: basta algún contratiempo local para que los vecinos conviertan la admiración en desprecio y agresión.
La palabra científica
Freud celebró la publicación de este libro con toda la alegría y el entusiasmo de un hombre decidido a seguir luchando por hacerse escuchar (P. Gay, 1988, p. 643). Casi al final de su vida, escribió una carta a un periódico francés (S. Freud, 1939, p. 293), citando una fuente cuyo nombre no recordaba. Este texto, supuestamente escrito por un no-judío, repite sucintamente lo que Freud había escrito en Moisés y la religión monoteísta. Al cerrar, agrega un sentido pedido de compasión por los judíos sufrientes.
Este esfuerzo de difusión finalizó cuando contestó un pedido de Time and Tide, (S. Freud, 1939, p. 303) un periódico inglés, para que escriba un artículo sobre el antisemitismo. Le preguntó a la editora si no convendría más que lo escribiera un no-judío, alguien que no lo hubiera sufrido. También le preguntó si la terrible persecución de los judíos no debiera motivar una ola de compasión.
El modo de actuar de Freud seguía siendo la palabra científica, expresada para lograr un cambio. Esta palabra analítica señala una intersección entre el psicoanálisis y la cultura: busca una trama histórica cuyo análisis pueda revelar el sentido del malestar en la cultura.
La ciencia analiza la religión
La religión también ofrece un sentido para el malestar individual y cultural. Específicamente, desarrolla ritos para aliviar la culpa. En el rito del chivo expiatorio, el animal recibe la culpa de los creyentes. La muerte del animal extingue la culpa.
Freud conocía muy bien los relatos y ritos religiosos. Su padre le había regalado una Biblia, que Freud estudió. Había soportado los prejuicios y obstáculos que enfrentaban los judíos vieneses. No creía en Dios (citado en P. Gay, 1987, p. vii), sino en el método científico, que explicaba los hechos con otros hechos comprobables. Utilizaba este discurso confiable para analizar la superstición religiosa que elegía a algunas personas como chivos expiatorios de las culpas de la masa. Al legarnos esta herramienta, nos ha permitido descubrir que el antisemitismo es una ‘costumbre expiatoria’ que se ha generalizado más allá de las religiones, entrando en el campo de la política.
Conclusiones
Al escribir Moisés y la religión monoteísta, Freud analizaba el mito del Moisés bíblico en un intento de desarmar la bomba del antisemitismo, abocado a la exterminación. Paradójicamente, hacerlo le obligaba a ofender a la Iglesia, única oposición a Hitler. Lo escribió igual, y esperó el momento propicio para difundirlo.
Eligió actuar de la mejor manera: aplicó el método científico a un problema cultural. De su padre aprendió la prudencia, pero rechazó la inacción. No podía quedarse en silencio ante el exterminio masivo que estaba sucediendo a la vista de un mundo pasivo.
Al analizar el homicidio de Moisés, Jesús, el padre de Edipo, y los padres de las fantasías infantiles como la repetición del asesinato del padre de la horda primitiva, Freud desplazó la culpa a personajes de un escenario desligado de los judíos.
Celebró la difusión de este libro, que se publicó simultáneamente en alemán y en inglés, especialmente porque sucedió, a pesar de sus temores, en vida suya. Utilizó sus últimas fuerzas para seguir expresando su punto de vista: ‘la salvación del pueblo judío está en manos de los no-judíos.’ Era su estrategia para lograr una acción que frenara la masacre.
Freud nos ha legado el psicoanálisis, la herramienta para seguir analizando los prejuicios. Encontrar el sentido profundo de los fenómenos actuales en la trama histórica de una cultura puede producir un cambio en esa cultura.
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Bibliografía
Freud, S. (1939) Moisés y la Religión Monoteísta. Vol. 23. Buenos Aires: Amorrortu.
Garma, A. (1943) El método psicoanalítico de interpretación de los sueños: Introducción a la psicología onírica. Rev. de Psicoanal. Vol. 1 N° 1.
Gay, P. (1987) A Godless Jew: Freud, Atheism, and the Making of Psychoanalysis.
Gay, P. (1988) Freud: A life for our time. New York: Anchor Books.
Kijak, M. (2012) Sigmund Freud, cronista su época. Rev de Psicoanal LXIX, No. 4.