Encrucijadas diagnósticas en nuestra clínica actual




Encrucijadas diagnósticas en nuestra clínica actual


Otros trabajos asociados a esta presentación
(Cliquear para acceder)

¿Nuevas subjetividades en la infancia?
Presenta/n: Susana Lentino


Propuesta N° 033

miércoles 02 de noviembre / 15,00

14:00 NY / 13:00 PE, EC / 12:00 MX / 18:00 POR / 19:00 SP, IT

Zoom Finalizado

Compartir Compartir




Presenta/n: Silvia Quesada (Universidad de Buenos Aires).
Conducción: Agustina Chico



Resumen

La propuesta que se envía es la presentación de un trabajo breve que se interroga acerca del lugar del diagnóstico y del síntoma para el psicoanálisis vinculándolo con una presentación clínica, como son las llamadas crisis de pánico.






Ampliación/Descripción

 

En tanto nos orientamos en el psicoanálisis, es indudable que no podemos prescindir del diagnóstico.

Esta cuestión,desde ya compleja , nos ubica a su vez en torno a la dimensión del síntoma. Es decir, dos cuestiones que son problemáticas en el campo del psicoanálisis: la cuestión del síntoma y la cuestión diagnóstica.

Desde Freud en adelante, se planteó la elaboración de una teoría y una clínica propia del psicoanálisis. A partir de allí, una clínica psicoanalítica supone dos cosas, por un lado, una nosografía propia, es decir una identificación de los síntomas propia del campo y en segundo lugar la construcción de teorías explicativas propias.

¿Qué sucede hoy con la clínica de los síntomas? Es frecuente escuchar referirse a la sintomatología de la época como “nuevos síntomas”. Se hace mucho hincapié en la serie de ellos: depresión, abulia, toxicomanía, trastornos de la oralidad, trastornos de ansiedad, ataque de pánico, pasaje al acto, y otros. Todos estos generan intranquilidad en la comunidad psicoanalítica porque presentan manifestaciones rebeldes a la transferencia, resistentes, por lo tanto, para emprender un análisis. Claramente no son síntomas que tengan que ver con el desciframiento. Se nos presentan en la clínica más con el aspecto de “signos” de lo que no marcha, pero que nos inducen a ubicarlos como signos de goce.  Por otro lado, sabemos que, decir síntoma y decir trastorno de la conducta, no es lo mismo. El psicoanálisis descifra síntomas que se construyen por trastornos sí, pero por trastornos del deseo y de la pulsión.(Soler, 2009)

Es cierto, también, que si bien estos síntomas, no se puede decir que sean nuevos, el incremento numérico que han alcanzado, no lo tenían en los años setenta.

Freud introdujo una nueva sintomatología, nuevas designaciones de los síntomas y una nueva construcción teórica para poder dar cuenta de esto.

En psicoanálisis pensar el síntoma nos conduce al problema del diagnóstico.  No voy a referirme a la vieja polémica de los años 70, donde los psicoanalistas sostenían que la necesidad del diagnóstico no era un problema del psicoanálisis. Se puede decir que la época actual es “diagnosticista”, se diagnostica bien o se diagnostica mal, como sostiene Colette Soler, pero es indudable que son los mismos pacientes que lo demandan: dígame lo que soy, dígame lo que tengo, quieren etiquetas, quizás buscando algo de tranquilidad ante el desconcierto imperante.

Sin embargo, sabemos que el problema que introduce anteponer el diagnóstico es el de instalar un borde muy peligroso. Por otra parte sabemos que en el psicoanálisis no se buscan las huellas de la enfermedad sino las huellas de un sujeto. Se acoge al síntoma, el síntoma que puede tratarse, el síntoma auto diagnosticado. En definitiva, en el psicoanálisis es un síntoma, aquello que el sujeto considera síntoma. Se podría decir de este modo, sólo es un síntoma tratable aquel que se presenta como un significante de la transferencia, y por lo tanto que supone un sujeto.

Sólo el sujeto puede decir lo que no marcha para él, aunque ignore la causa.

Se trata de algún modo de considerar, que los bordes de las neurosis, como se suele decir, de algún modo condicionan o delimitan, los bordes de la clínica.

En definitiva, la necesidad del diagnóstico es solidaria del racionalismo de orientación lacaniana, esto quiere decir que la relación analítica y síntoma están regulados, se sostiene en leyes, mecanismos y por lo tanto en un cálculo posible. No sin tener en cuenta que se trata de un cálculo que le dé lugar a lo incalculable.(Soler,2009)

Bueno, a partir de aquí me gustaría referirme brevemente a una presentación clínica muy frecuente en nuestra clínica actual, como son las crisis de pánico, como prefiero denominarlas, en lugar de ataque de pánico. Y prefiero esta denominación, precisamente por razones parecidas a las que mencioné en la primera parte de esta presentación. La denominación ataque de pánico proviene del campo de la psiquiatría. Se puede decir que el término ataque define la existencia de una exterioridad, “se es atacado”. En cambio, el término crisis se ordena en su relación con la subjetividad. Compete de modo directo al sujeto. Pero también define una topología de borde, donde no es posible separar un interior de un exterior, y de este modo da lugar a ubicar una topología extima.

Entonces, una primera cuestión, cuando se trata de pensar estas presentaciones, es ir más allá de la descripción. Desde la psiquiatría, a través de los manuales de clasificación, como así también, desde la psicología cognitiva, las neurociencias, y hasta desde el psicoanálisis posfreudiano, ya que Freud no se ocupó de este tema, han realizado de uno u otro modo grandes y exhaustivas taxonomías, de los síntomas concernidos. En síntesis, mucha descripción y poca explicación. (Quesada,S.,2010) 

Sin embargo, Freud a partir de la segunda tópica dejó planteadas las nociones y conceptos que nos permiten orientarnos en torno a una explicación.  

Por lo tanto deberíamos ver qué términos sí estaban en el argot freudiano y que nos puedan orientar en la teoría y la clínica de estas crisis.

A partir de la llamada segunda tópica, Freud instala una serie que no hace serie y que es la conocida trilogía de miedo-angustia y terror. Digo que no hace serie, ya que Freud mismo sostiene que son tres afectos totalmente heteróclitos.

La diferencia importante, o más que diferencia disyunción, se da entre angustia y terror. Es el propio Freud quien lo plantea de ese modo aún sin enunciarlo así

Freud claramente sitúa a la angustia en el lugar de protección, barrera, parapeto, trinchera y al terror en el lugar del desamparo, del factor sorpresa, de la irrupción. Allí donde no hay tras que parapetarse. Entonces se puede sostener desde allí, que, si la angustia es trinchera, el terror es la granada que le cae adentro. Irrupción de goce, que podríamos señalar, da cuenta quizás, de un más allá de la angustia, y por lo tanto en términos freudianos, más allá de la ligadura.

Pienso que esto es lo que se observa en estas crisis. El paciente que nos consulta se encuentra “afectado”, y lo pongo entre comillas, ya que tal como nos dice Colette Soler en su texto Los afectos lacanianos: todos los afectos son efectos y lo son en el cuerpo. Y eso es lo que está en juego en primer plano en estas crisis, una presencia inquietante del cuerpo. El sujeto aparece afectado, pero no por ese régimen del afecto que promueve la metonimia significante, la asociación, sino, por ese régimen económico del afecto que Freud pudo formular a partir de más allá del principio del placer, cuando ya empezaba a conceptualizar el ello, en su condición de inconsciente estructural. En el caso de la angustia en tanto señal de alarma, en su condición de expectativa angustiada, soporta al deseo y al blablablá. En cambio, en el caso del terror, nos encontramos, con ese punto de mudez, de silencio, de límite a la asociación, que nos habla más de aquello que señala Lacan en RSI, cuando menciona la irrupción de un cuerpo que hace agujero, y en tanto precisamente sosteniendo su vinculación con el ello, localizando un lugar de silencio. También dice en el seminario 23, y preguntándose sobre que es el ello freudiano, nos dice, es el inconsciente cuando se calla. Sabemos que también dirá de la pulsión: eco en el cuerpo de que hay un decir. (Lacan,J. pág.18)

Esto es lo que podemos decir, se observa en la clínica de estas presentaciones.Entonces surgen preguntas ¿qué hacer entonces en la clínica con aquello que es reacio al desciframiento? Como les mencionaba, estas presentaciones aparece como resistentes a entrar en la lógica de la transferencia y por lo tanto que surga el síntoma analítico. 

Podemos decir que, así como la abulia y la depresión son deflaciones del deseo, las toxicomanías, los trastornos de la oralidad, el pasaje al acto, y en esa lista incluiría las crisis de pánico, son la pulsión en acción. Y es desde allí la mudez, tanto como la pulsión es acéfala, como la definía Freud, delimitando un vacío de significante. Ese vacío que tan bien señala El Grito, en el cuadro de Münch.

Referencias:

Lacan, Jaques (2006) El Seminario. Libro 23. El Sinthome. Ed. Paidós. Buenos Aires. Barcelona. Mexico.

Quesada,Silvia. (2010) Una Explicación psicoanalitica del ataque de pánico. Ed. Letra Viva. Buenos Aires. Argentina

Soler, Colette.(2009) La querella de los diagnósticos. Ed. Letra Viva. Buenos Aires. Argentina

Soler, Colette (2011) Los afectos Lacanianos. Ed. Letra Viva. Buenos Aires. Argentina 




WEB APA
WEB APA
Inscripciones
Inscripciones
symposium@apa-gestion.net.ar
symposium@apa-gestion.net.ar