Los efectos culturales de los afectos en la cura psicoanalítica




Los efectos culturales de los afectos en la cura psicoanalítica


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Propuesta N° 045

viernes 04 de noviembre / 17,00

16:00 NY / 15:00 PE, EC / 14:00 MX / 20:00 POR / 21:00 SP, IT

Sala 202/203 (Claraboyas) (2° piso) / Zoom y Presencial

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Presenta/n: María Patricia Romero Day (APA).



Resumen

Del psicoanálisis, o de cualquier otra disciplina, siempre queda cierto misterio acerca de su efecto. Hay un dador y un receptor, y de ambos depende que algo funcione: no siempre el foco está en la maestría del oficiante, muchas veces actúa la fuerza de lo shamánico, y otras aparece la resistencia a la cura en las reacciones terapéuticas negativas. Pero lo que se presenta como dato casi incuestionable es que lo que cura…lo que sana…lo que ayuda…es procesar la desmesura, valorar el matiz…del gozo al placer, de la tragedia al drama… La enfermedad tiene que ver con la exageración de algo que se escapa de los canones funcionales sanos… Y eso vale para lo corporal o lo anímico…






Ampliación/Descripción

Prejuicios y juicios: placer, realidad, existencia.

Me ocupa la connotación afectiva de las palabras, paso siguiente a la angustia no ligada. La pulsión necesita del lenguaje, y le pone su marca. Sabemos del lenguaje y la construcción de la realidad: lengua, jerga familiar, canto zonal, lo materno, paterno, escolar… hay múltiples variables que configuran cómo hablamos, qué vocabulario tenemos, y cuál es nuestra realidad según ello. Sin conocer la palabra mitocondria no la encontraremos, por más que el microscopio permita verla… Y la aceptación o rechazo, la elección de qué vemos…dependerá de las tonalidades libidinales que acompañen el momento, actual y el de la ligadura…

El hablar delata el barrio, la provincia, el estilo de familia… Y ya aparecen las atracciones o rechazos…y lo considerado correcto o incorrecto. Y allí es donde “discriminar”, palabra de juego contradictorio, toma fuerza ¡discriminatoria! Negar los prejuicios que nos habitan, ignorar nuestra ignorancia, es peligroso para ayudar a alguien a construir, deconstruir, arreglar, …su mapa erógeno, sus vínculos, su posición en el mundo que habita. Connotaciones y denostaciones en cada palabra dicha u oída van marcando un sendero de elecciones, generalmente no conscientes.

Somos seres de discurso. Nuestra orientación en el mundo es cultural, el pequeño al caer mira a la madre, y capta la seriedad de lo ocurrido por su expresión (lenguaje a veces desestimado) antes de escuchar su explicación para “saber” sobre lo que pasa en su cuerpo. Según eso se alarmará o tranquilizará, y los sentimientos hacia su madre serán diversos. Ese diálogo afectivo/discursivo lo irá guiando. Se le enseñará qué es lindo o feo, bueno o malo… y Phillip Roth ironizará en El lamento de Portnoy[1], haciéndole preguntar a un niño: “Madre, ¿la nieve es judía?” … Si todo tiene una pertenencia cultural…

Y desde ese humor, que Freud valoró tanto, veremos el procesamiento afectivo desde su fuente pulsional a la sublimación deserotizada en las actividades culturales más exquisitas. … La elección de la genialidad de Roth, un premio Nobel ¿por qué viene a la memoria?, palabra que de joven yo escribía con v corta, por su asociación a lo nuevo… hasta sufrir las burlas… ¿por qué los chicos se burlan cuando otro se equivoca, si ellos de casualidad sabían del error? El recorrido desde lo familiar a lo diferente está lleno de escollos.

Lo grave es que el ataque a lo ajeno tiene esa raíz, la defensa extrema de lo familiar, o luego el territorio “propio” en las guerras … Lo desconocido asusta si no podemos apropiarnos y compartir su riqueza, y desde allí se pelea. Por eso la amistad, y la diplomacia, son logros tan importantes para la humanidad, ya que lo rechazado se saca de un lugar sombrío, enemigo, para conversar, encontrar códigos que permitan encuentros. Si cada vez que algo no nos gusta pudiésemos preguntarnos, interrogarnos, … sobre todo cuando un plus afectivo convierte el afecto en incómodo, que censura y denosta. Acercarse a curiosear, tener la posibilidad de encontrar interesante algo prohibido, es la base de la pulsión de saber, a la cual tanto debemos. Y permite la exogamia y la sexualidad no incestuosa… Pero también enriquece el descubrimiento ominoso, peligroso, dañino, porque alerta la defensa. Y una buena defensa debe conocer las características del enemigo, que allí no es un oponente imaginario. Atrevernos a ampliar el horizonte, ojos abiertos y oídos alertas, permite resguardarse adecuadamente, y enriquecerse de las maravillas posibles... Y si algo tiene que ser puesto lejos por dañino que sea después de un análisis y un juicio, no por herencia de prejuicios educativos.

Porque la indefensión del no registro, la aceptación de lo acotado, la pelea con la realidad que no nos gusta…pero que no va a dejar de existir aunque con furia ataquemos, (y no con inteligencia, paciencia, tolerancia) … inhibe la curiosidad que dignifica, y nos permite aceptar que somos la única especie que construye su destrucción, sus armas siniestras para matarse, al mismo tiempo que desarrolla virtudes y artes sublimes. 

Creo que habría que sacar la palabra prejuicio del cajón de los horrores, y pensarlos como el efecto cultural de la crianza, imposible de evitar, pero sí importante de pensar y sacarlo de lo “objetivo”. Porque para convertirlo en certeza pensemos lo de Roth…la palabra de la madre lo es… la nieve será lo que ella diga: buena, mala, linda o fea… Y esos prejuicios, anteriores a juicios, constituirán las primeras premisas de razonamientos complejos o quedarán allí…como creencias ciegas, fe en quien detentó el poder del SSS.

Una maestra llama preocupada a la mamá, diciéndole que le convendría hacer una consulta, porque su niño es disléxico…Por suerte la madre pregunta (porque tiene un hermano que decía “comardeja”, y “lardona”, ¡era disléxico!) a esa edad.. y la maestra contesta que el niño pidió un té “con sin” azúcar…La madre le asegura (y lo hace) que hará una consulta y pedirá ayuda, pero piensa que el niño está aprendiendo español, es de habla inglesa, y en inglés “sin” se dice “consin: without”…El diagnóstico era un poco apresurado…solo con explicar la diferencia entre los idiomas se hizo la corrección..

El SSS (sujeto supuesto saber) puede ser una trampa narcisística que, en vez de un lugar ocupado transitoriamente, sin creérselo, para sostener a quien viene vulnerable, se transforma en creencia. Y creer implica fe, y falta de cuestionamiento. Aqueja a los científicos que creen que un descubrimiento es absoluto y no “hasta que se demuestre lo contrario”. Por eso la posición en sss (su seguro servidor) es también importante en quien se ubica en analista.

Un terapeuta asustado, demasiado ciudadano para comprender que en el campo un niño puede aprender a andar a caballo antes que en bicicleta, les plantea a padres desconcertados su agresividad, descuido y alentar conductas mortíferas en un niño de seis años… A esa mamá, que lloraba desconsolada ante su falla en cuidar, otro analista le había dicho que era una niña malcriada que había tenido todo muy fácil (por venir de un hogar adinerado)…y se inventaba sufrires ¡intrascendentes! Una nueva consulta tuvo en cuenta duelos no resueltos que provocaban miedo a alucinar…por el deseo de volver a ver a los seres perdidos… En el caso del niño se resolvió “maduramente” por él mismo: exigió dejar ese psicólogo que “no entendía nada”…

La palabra “vago” para alguien carenciado, que no tiene los recursos necesarios para conseguir trabajo… y aquellos que podría hacer no están accesibles… “malcriado” para el niño rico que es pobre en otras necesidades… El suponer que hablamos de lo mismo, o pensamos igual, que hace que alguien suponga pertenencias determinadas ignorando la complejidad de rasgos que nos habitan… Creer que se entiende, ignorando que las palabras son shifters, al decir de Jackobson[2], que señalan desde una posición determinada una complejidad imaginaria múltiple, cuadrigramática, caleidoscópica… Y apurados en mostrar que comprendemos cuando el malentendido acecha… 

Nacer inmerso en un lenguaje implica absorver ideales, mandatos, juicios y prejuicios… Los que hemos sido educados en el catolicismo, aunque sea tangencialmente, se nos convoca a tener “buenos sentimientos”. De una manera absurda se pone la inhibición en el sentir y no en el actuar. El dicho platónico que aquello que diferencia a un ser bueno de uno malo es que el bueno se contenta con soñar con lo que el malo realiza, es reivindicado desde la ética psicoanalítica cuando busca levantar la represión impuesta al psiquismo para poder operar sobre los deseos bloqueados…asumiendo el origen humano en el perverso polimorfo, en Brecht[3] “todo lo humano nos concierne”, y la esperanza de transformar la represión en juicio de condena para poder usar la energía capturada de un modo elaborativo.

Lo que puede avasallar al psiquismo, en nuestra conceptualización, no es la dimensión de los acontecimientos, sino tener la posibilidad de procesar los estímulos para dar una respuesta eficiente. El trauma psíquico no depende de la magnitud de lo ocurrido, de hecho se atraviesan situaciones tremendas que pueden ser elaboradas, y en cambio aquello que no encuentra representaciones adecuadas desborda el código para armar un relato, y la angustia impregna la capacidad de pensar. Por eso nuestra tarea nos llama a ver el detalle para cada uno, volver a la Psicopatología de la vida cotidiana[4] en su individualidad, exclusividad…

Los afectos son derivados directos de la energía pulsional, y potencian o inhiben los actos: El odio, el miedo…. O la empatía, la piedad…marcan caminos distintos, dirigen hacia caminos de acción diferentes. Y las direcciones las dan los discursos impregnados en ellos, que pueden ser seductores y mortíferos como las sirenas de la Ilíada, o el flautista de Hamelin…o aplacadores, consoladores, ligadores oportunos de aquello que bulle y exige procesamiento.

 

[1] Roth, P.: El lamento de Portnoy  Random House, 1969

[2] Jacobson, R.: Ensayos sobre lingüística Ed. Seix Barral, 1963

[3] Brecht, B.: Madre Coraje y sus hijos Madrid, Ministerio de cultura, 2010

[4] Freud, S.: Psicopatología de la vida cotidiana,  A.E. tomo VII




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